La excusa perfecta

Desde hacía unos meses había comenzado a trabajar en un local de ropa de una reconocida marca. Éramos varias personas encargadas del comercio y la venta, entre todos mis compañeras de trabajo podías encontrar algunas vendedoras, una encargada de la supervisión general, cajeras y... a un solo hombre, el guardia de seguridad. Todos formábamos parte del grupo de trabajo diario, y cada uno hacía lo suyo sin interferir en otras áreas, por este motivo estaba terminantemente prohibido las relaciones personales entre los empleados, al menos durante el trabajo. Sin embargo, se habían oído algunos rumores de que el guardia había mantenidos relaciones con la encargada y con una de las cajeras después de hora, cada una por su lado y mientras todos se preparaban para irse. Ellas, sin saberlo, habían caído en las garras de este joven que todas en secreto apodaban "el rompe-parejas", pues se decía que disfrutaba cogiendo con mujeres casadas o en pareja, un grupo del que yo formaba parte. Romina, la encargada, era una mujer de 32 años, esposa y madre; Carla, la cajera, estaba en pareja cuando todo ocurrió, pero se cruzó con el mejor amigo de su novio a la salida del hotel alojamiento y ese fue el fin de su relación.
Juan Cruz era el nombre de aquél guardia, y trabajaba todo el día desde que durante un asalto a mano armada habían herido al guardia anterior. Desde que comenzó a estar todo el día en el local, esperaba la salida para quedarse charlando conmigo y hacía evidente el interés por mí. Yo trataba de ser amable, aunque de no darle mucha bolilla por lo que las otras empleadas me habían dicho de él. En cierta medida me atraía, pues es un pibe joven y es muy bonito. Además se rumorea que tiene muy buen físico, debido a la profesión y a algunas horas de gimnasio. Aunque trataba de rechazarlo, comenzaba a coquetear sin quererlo. Poco a poco se ganaba mi confianza, con halagos y sobretodo con mucho respeto. Entonces comencé a pensar que mis amigas eran las equivocadas, que aquél joven solo buscaba una relación amistosa conmigo y que sus intenciones no eran malas, lamentablemente me estaba equivocando muy feo, pues poco a poco caía en sus garras.
Las invitaciones cayeron pronto: primero se ofreció a llevarme al trabajo, pasarme a buscar por la casa de mi madre e irnos juntos hasta el local. Después de rechazarle esa invitación por motivos obvios, esperó una semana antes de invitarme a tomar algo, otra oferta que también rechacé. La tercera fue la vencida, pues me encontró camino a la universidad un día que debía rendir, estaba atrasadísima y no tuve otra opción que aceptar. Era un sábado por la mañana, había pedido permiso en el local para faltar y asistir al último examen del segundo año de la carrera de diseño de interiores, en una universidad que te da las facilidades como para poder trabajar y llevar los estudios en perfecta armonía. Cuando llegamos a la puerta habían pasado cerca de media hora de examen, y no tenía intenciones de entrar a desaprobar en un parcial hecho a las apuradas y con los nervios de punta, así que decidí no asistir y preparar directamente el examen recuperatorio. Él se ofreció a llevarme a casa, antes de responder bajé la cabeza, miraba mi pantalón de jean para ocultar los lagrimones de bronca y odio hacia mi misma, no podía ser tan tonta de haber perdido la oportunidad de rendir después de todo el tiempo que había estado preparándola. Tenía mucha bronca e impotencia, no podía haber sido tan tarada. Cuando se percató de mi llanto, me levanto la cabeza tomándome del mentón y me secó las lágrimas con los dedos. Me consoló y me sacó a dar una vuelta, a pesar de que estaba llegando tarde a su trabajo no le importó pasearme por el centro y hacerme reír casi a carcajadas con verdadera gracia, pronto había olvidado lo de el examen y pronto había olvidado que estaba de novia, nos estábamos besando. Cuando me llevó a casa, me bajé en la esquina y antes de separarnos nos besamos casi con desesperación. Quedamos en encontrarnos el jueves, a la salida del trabajo.
El jueves llamé a mi novio antes de salir del trabajo excusando que no me sentía bien, que me iba a tomar el colectivo que me deja directo en la esquina de casa y que no se preocupe, que al día siguiente nos veríamos. Antes de salir me fui a sacar la ropa del trabajo al vestuario con las demás empleadas, que se sorprendieron al ver los cambios cuando salí de blusa, jean ajustado y unas botas altas de un color marrón clarito. Antes de retirarme llamé a mamá, para avisarle que salía con las compañeras del trabajo y que si llamaba mi novio le dijese que me había acostado porque no me sentía bien, que ella sabía lo celoso que era y que no quería tener problemas con él. Una vez que dejé todo en orden me dispuse a salir del local, justo en el momento en que la encargada comenzaba a marcar los números de la alarma.
Al salir, vi que Juan Cruz esperaba en su auto a media cuadra de donde estábamos, me dí cuenta inmediatamente que trataba de ocultar el hecho de que me iba con él, ahí percaté que talvez algo de razón había en las versiones de sus amoríos con otras empleadas, pero ya a esa altura poco me importaba y sólo pensaba en disfrutar de esa noche. Nos fuimos directamente a una confitería de la zona, nos sentamos en una mesa junto a la ventana que daba a la calle y pedimos vino espumante al mismo tiempo que un cantante solista comenzaba su show. Después de unas cuantas charlas intrascendentes el alcohol y el ambiente ayudaron para que nos besáramos pronto, él se paró y se sentó del mismo lado que yo estaba, en ese tipo de sillón doble que se han puesto de moda en pub's de buena categoría. Comenzaba a besarme al mismo tiempo que su mano recorría mi cuerpo, pasaba por mis pechos, mi espalda y mi cola sin detenerse en ningún lugar en particular. Hasta que una de sus manos se detuvo en mi blusa y con dos dedos comenzó a desenganchar unos de los botones del centro de la prenda dejando libertad para poder meter su mano y tocar mis senos. Cuando logró su cometido, metió su mano y la coloco por encima de mi pecho izquierdo, masajeándolo y manoseándolo con desesperación. Sus movimientos comenzaron a excitarme, y mis pezones comenzaban a ganar rigidez. Tirando de la copa del corpiño liberó mi teta, y abalanzó el manoseo sobre ella palpando cada centímetro y estrujando el pezón que había logrado ganar su atención, totalmente duro y desafiante. Mi cara apoyada en su hombro, mis labios entreabiertos dejaron escapar más de un gemido que fue absorbido por la música del lugar, Juan Cruz no dejaba de comerme el cuello a medida que seguía jugando con mi pecho. Realmente estaba disfrutándolo y poco a poco comenzaba a humedecerme, necesitaba que escapáramos de allí pronto, estaba comenzando a excitarme y todo se volvería más provocador si antes no éramos echados de aquel lugar. Para todo esto nos estábamos zarpando más de la cuenta, pero pronto vi que las cosas podían empeorar: mientras seguía con su mano aferrada a mi pecho, pasó la otra sobre mi abdomen acariciándolo y buscando un hueco en mi jean que lo dejase meter la mano para masturbarme, lo consiguió rápidamente aunque el espacio no era suficiente y terminó jugando con mis vellos, sin llegar a tocarme el sexo que para estas alturas estaba bastante húmedo. Con mi mano derecha paseándose por su pierna seguía intentando aguantar mis deseos de sobar su miembro por encima del pantalón y poder sentir la dureza y el calor traspasar las telas. Disimulaba mis intenciones pero mis movimientos parecían haberme delatado, pues él sin decirme nada tomó mi mano y la apoyó contra su paquete. Inmediatamente quedé sorprendida por su tamaño, pues era mucho mas grande del que estaba acostumbrada y no es que mi novio tenga pene chico, simplemente aquello era evidentemente mucho más voluminoso. Sin dudas disfrutaría como una atorranta, pero para eso necesitaba que nos vayamos de aquél lugar, estaba demasiado excitada como para poder bancarme un rato más en aquel sitio. <> le supliqué. Y acomodándonos un poco las ropas salimos en dirección a la puerta. En el camino, Juan Cruz trataba de ocultar su erección con su suéter azul, y mi teta izquierda se bamboleaba libre bajo mi camiseta que tenía evidentes botones sin prender, pero no los suficientes para llegar a mostrar algo.
Pude notar la seriedad con la que nos miraba el dueño mientras no retirábamos del lugar, imagino que habrá visto nuestro espectáculo más que el que ofrecía aquel cantante solista sobre el escenario tratando de imitar sin éxito a Joaquín Sabina. Con cierta maldad, y debido a la desinhibición que el alcohol me produce no abandoné la puerta sin antes tirarle un beso al serio jefe, algo que advirtió mi ocasional acompañante y festejó a carcajadas. Al salir del local, caminamos hasta el auto que había quedado a unos cuantos metros y nos subimos sin dejar de mirarnos todo el camino. Una vez arriba, volvimos a atacarnos a los besos como dos adolescentes en celo, esta vez más libres y con menos inhibiciones. Nuestras manos encontraron rápidamente las partes que antes habían abandonado y siguieron con ansias un manoseo indecente, mi mano se dedico nuevamente a palpar y amasar su miembro con tremenda calentura, y la suya comenzó a buscar mi teta nuevamente, pero esta vez le tocó el turno a mi pecho derecho. Después de unos cuantos minutos de calientes caricias y besos, Juan Cruz interrumpió el manoseo mutuo con evidentes ganas de terminar los trámites en un sitio donde podamos estar más cómodos.
-Bueno, bueno. Vámonos de acá, no doy más -dijo, mientras recuperaba un poco la compostura y encendía el auto. Se concentró en conducir rápidamente hasta un lugar para mí incierto, abandonó su concentración en mis pechos a pesar de que yo seguía aferrada a su bulto. Trataba de masturbarlo por encima del pantalón y lo miraba maliciosamente, -Haber que bien manejas ahora- le dije, mientras trataba de distraerlo del manejo con mis manos sobre el paquete. Él sonrió y siguió conduciendo, sin titubear.
Mis dos tetas habían dejado abandonadas las copas del corpiño, y se bamboleaban rítmicamente a mis movimientos. No me preocupe en acomodarme la ropa, sabía que no duraría mucho vestida. Por un momento tuve ganas de bajar el cierre de su pantalón, meter la mano en los calzoncillos y sacar ese enhiesto miembro para chupárselo, pero mantener un poco la compostura me hizo mantener a raya mi calentura y esperar.
Después de pasar por el centro de la ciudad y una zona residencial, enfiló el auto en el garage de una pequeña pero elegante vivienda.
-Ya llegamos -me indicó-.

Después de cruzar el porche, nos aplastamos contra la puerta entre besos y caricias, nuestras manos siguieron descubriendo nuestros cuerpos aún fuera de la casa. Mientras nos besábamos, Juan Cruz abrió la puerta y entramos como empujados por una fuerza mayor, poderosa. De un manotazo la cerró, y comenzamos a desnudarnos en la sala, junto a la puerta y un juego de sillones de cuero negro evidentemente de categoría. Desprendió mi blusa dejando a la vista un corpiño torcido y mal puesto con los pechos fuera de sus copas, parecía la imagen de una mujer que recién acaba de ser ultrajada y todavía no ha podido recuperar la compostura. Se abalanzó sobre ellos y comenzó a besarlos, a apretujarlos con ambas manos mientras su boca saltaba de un pezón a otro para chuparlo y succionarlo con fuerza. Los besaba poseído y se entretenía con ellos, evidentemente mis pechos lo excitaban y no es por presumida pero son de buen tamaño y totalmente míos, totalmente naturales. Sus manos los abandonaron por un momento para desabrocharse el pantalón, bajárselo hasta las rodillas y después de tirar uno a uno sus zapatos, terminar de sacárselo. Ahí pude notar su pene a través del calzoncillo, duro y en diagonal contra su vientre, abrazado por la tela de su ropa interior. Su grosor era más que considerable, aunque la tela de la prenda era negra se adivinaba muy bien su tamaño. Aproveché el momento que se separó de mí para desvestirme y sacarme de una vez la ropa que todavía tenía puesta: hice equilibrio para poder sacarme las botas, luego le siguió el pantalón de jean que patié junto a uno de los sillones de cuero y por último el corpiño, que desde hacía tiempo ya no cumplía ninguna función más que la de estorbar e incomodarme. Nuestras bocas se volvieron a juntar, nuestros cuerpos tapados tan sólo con la ropa interior comenzaban a desearse y mi intimidad pedía a gritos ser atendida. Mientras explorábamos nuestras bocas en un beso ardiente, sus manos comenzaron a separar mis nalgas en un juego indecente y provocador, al mismo tiempo yo metí mi mano en su calzoncillo y extraje su pene, que me dejó sorprendida por el grosor que no lograba abrazar completamente y esa tibieza exquisita que sentía en la mano y rozaba mi abdomen. Parada con furia se aplastaba entre nuestros cuerpos y amenazante me apuntaba al rostro, como invitándome a probarla. Para todo esto me dí la vuelta dándole la espalda y apoyando mis nalgas contra ese enhiesto instrumento, ya no me bancaba la calentura y como una desesperada comencé a fregar mis nalgas contra ella, como si quisiera que mis muslos fueras capaz de tomarla y hacerle una paja. Pero en realidad mis necesidades en ese momento eran otras, Juan Cruz sin dudarlo sabía muy bien lo que estaba necesitando y sin más preámbulos me hizo a un lado la bombacha y pasándome la punta de su pene por afuera comenzó a metérmela. Apoyé mis manos sobre el sillón para sostenerme, mientras él comenzaba a bombear lentamente, aumentando el ritmo cada vez. La penetración ganaba potencia poco a poco, las fuerzas del impacto me hacían bambolear las tetas atrás y adelante, al mismo ritmo. En plena cojida me tomaba del pelo y tiraba de él, comenzó a decirme algunas palabras subidas de tono como si no se animara a insultarme, pero al ver que yo le daba lugar comenzó a ser más grosero. -¿Te gusta, puta?- preguntaba al mismo tiempo que seguía bombeando, y pasando sus manos se agarraba a mis pechos para masajearlos y apretar los pezones con fuerza, acercándome al orgasmo.
-Ummm..., bebé. Siii, soy tu puta -al pronunciar estas palabras por un instante mi mente no pudo evitar posarse en la imagen del rostro de mi novio, pero el goce me hizo volver a olvidarlo.
Me estaban cogiendo como nunca, realmente estaba disfrutando mucho con mi ocasional amante. Las embestidas eran cada vez con más rudeza, y después de unos minutos ya me tenían al borde del orgasmo. El momento culmine llegó pronto, cuando me metió la punta del dedo en la cola mientras me agarraba las nalgas en la penetración. Creí desfallecer, los brazos que me sostenían apoyada en un sillón perdieron fuerza y me dejé caer sobre él, con gotas de sudor resbalando por mi espalda y llegándome a la cola, donde se perdían entre las nalgas y terminaban abrazando el pene que no dejaba de entrar y salir de mi interior, esta vez con menos potencia y más lentitud. A pesar de la velocidad de la penetración, de la presión que su pene debe haber sentido durante mi orgasmo y todo nuestro juego previo, Juan Cruz no había acabado aún y aunque con más lentitud aún seguía bombeando. Nos separamos, me di la vuelta y lo besé con pasión por unos minutos, tomándome de su pene húmedo y acariciándolo agradecida.
-Andá para mi pieza, que ahora voy -me dijo antes de retirarse, y perderse en la cocina de su pequeño hogar-.
Me dirigí a la habitación completamente desnuda y encendí la luz. Observé desde la puerta con admiración el orden en que se encontraba todo, desde la prolijidad con que estaba hecha la cama hasta la ubicación casi milimétrica del control remoto del televisor. Entré sin dejar de observar, y me coloqué frente a un espejo junto a la puerta para admirar mi cuerpo. El sudor de unos minutos de buen sexo hacían brillar mi piel y dibujaban en cada curva un hilo de luz que salía en todas direcciones, mis pelos revueltos me daban aires de atorranta y la expresión de mi rostro daban indicios de que hacía un ratito había disfrutado de una buena pija, algo que debía agradecer, o mejor dicho que quería agradecer. Me senté sobre el acolchado, un hermoso acolchado gris con detalles en blanco y unas letras chinas grandes en negro, algo que seguramente amaba y cuidaba mucho, pues estaba tan impecable como cada cosa dentro de esa habitación.
Después de unos minutos apareció por la puerta con una botella de champagne apoyada entre hielos en un baldecito de aluminio y una copa en la mano. Apoyó todo en el respaldar de su cama y me pasó la copa, bebí un trago largo y antes de dejar la copa junto al balde me apoyé el vidrio frío sobre mis pezones, que ganaron una rigidez apenas perceptible. Juan Cruz se pasó por delante mío y se fue a sentar a mi lado, pero antes de que lo haga lo tomé de las caderas y lo detuve empujándolo para que quedara frente a mí, mis rostro quedó a la altura de la verga semi-erecta que me apuntaba amenazante, con una humedad que dejaba brillar todo su tronco y la porción de glande que había quedado fuera. Lo empuje levemente para que se arrimara, cerré los ojos y apoye mi boca entreabierta sobre la punta de aquél miembro, mis pulmones se llenaron de su exquisito aroma y mis ganas de chupársela llegaron al punto extremo. Le dí un beso tierno, como el beso primerizo de una adolescente, para luego empezar a chupársela lentamente, probando en cada pasada un poco más de aquella carne tibia. En esos momentos todo lo hacía con mucha lentitud y mucha calentura, su rostro me miraba entre sorprendido y excitado por mi actitud de puta, pero yo sólo pensaba en disfrutar aquel momento sin importarme realmente nada. Cuando mi boca no fue capaz de albergar más, mis movimientos comenzaron a acelerar y con el miembro dentro comencé un movimiento de penetración, tratando de mantener cerrados mis labios para provocarle en cada ida y venida un mar de sensaciones. Lo abandonaba sólo para apoyar su pene contra un costado y en un beso continuo recorrerlo desde la base hasta la punta. Mientras mi boca se encargaba de brindarle placer, mis manos o lo masturbaban, o se entretenían jugando con los vellos de su vientre o simplemente apoyadas en algunas de sus piernas bajaban y subían inconcientemente. Todo se había vuelto exquisitamente sucio en aquella mamada, las comisuras de mis labios brillaban por la humedad generada por la mezcla de fluidos de mi boca y su pene, la punta de la nariz estaba perfumada y mis manos empapadas con la misma mezcla, mi pelo habían molestado más de una vez cayendo sobre el enhiesto miembro y humedeciéndose. A medida que seguía chupando, noté que Juan Cruz estaba llegando al orgasmo y que si no me detendría pronto acabaría llenándome la boca de semen. No era mi intención que eyaculara, no es que aquello me produjera rechazo, simplemente necesitaba sentirlo nuevamente en mi interior, pues rendirle culto a su pene me había hecho empapar nuevamente y necesitaba calmar mi calentura.
Retiré su pene de mi boca, y lo dejé no sin antes brindarle un ruidoso beso sobre la punta del glande. Como una gata en celo me saqué la bombacha, me di la vuelta y salté sobre la cama con agilidad, me coloqué en cuatro patas con mi concha apuntándolo y me pasé un dedo por entre los labios vaginales invitándolo a metérmela nuevamente. La punta de mi dedo salió completamente mojada, estaba que no daba más y mordiéndome el labio inferior lo demostraba en el rostro. Juan Cruz me siguió, subió a la cama de rodillas tras de mi y me tomó por las caderas. Me giré por un instante para observarlo y pude ver como acercaba su pene aún brillante por mi saliva a mi entrada, para luego empujar y dejarlo deslizarse hacia mi interior. Comenzó a cogerme con fuerza, con violencia y velocidad como un poseído. Aceleraba haciéndome gozar como nunca y se detenía cada tanto para no acabar, manejaba el ritmo con maestría y yo comenzaba a llegar a mi orgasmo, el primero de dos que me brindaría sobre la cama. De pronto mis uñas se clavaran en su acolchado, los músculos de mis pies se tensaron y los espasmos del orgasmo se traducieron en gritos de placer. Él seguía bombeando aunque con menos velocidad, pues yo estaba recuperándome del éxtasis mientras Juan Cruz volvía poco a poco a tomar ritmo.
Me sorprendí cuando me la sacó, pero no imaginaba cuales eran sus intenciones. Me hizo a un lado y se recostó sobre la cama boca arriba, esperando que me montara sobre él y comenzara a cabalgar. Yo no esperé mucho, pase mi rodilla izquierda por encima de su cuerpo y después de apoyar la punta de su pija en mi entrada me dejé caer lentamente, sintiendo como se me introducía centímetro a centímetro aquel instrumento. Cuando llegué abajo, comencé un sube y baja frenético mientras él me sobaba las tetas desde su posición. Me agache para darle un beso, y para dejar mis pechos más cerca de sus manos. Los apretujaba como un niño, y jugaba con los pezones apretándolos y estrujándolos entre sus dedos. Yo seguía cabalgando sobre su verga como una puta, flor de cogida me estaba pegando mi compañerito de trabajo y lo bien que lo estaba pasando. Comencé a sentir el clímax acercarse, y empecé a tomar más ritmo sobre aquella deliciosa verga. Ya había dejado de bajar y subir, y sólo me separaba de ella para dejarme caer como una desesperada. Mis gritos resonaban en la habitación, y seguramente eran escuchados por los vecinos.
-Ummm..., amor. ¡Siiiii!, ¡Siiii! -gemía como nunca. Disfrutando como una atorranta- ¡¡¡Cojeme!!!, ¡¡¡Cojeme!!! -le pedía.
Él comenzó a mover su pelvis con furia, como si quisiera partirme al medio. Las fuerzas de sus embestidas se juntaban con las mías para hacer una penetración profunda y ruidosa. Yo no daba más, y tirando mi cabeza hacia atrás reventé en un clímax fatal y agotador. Los espasmos de mi vagina me imagino ordeñaron el pene de Juan Cruz, porque comencé a sentir unos potentes chorros de semen tibio inundarme completamente. Aún segundos después del orgasmo seguía cabalgando aunque iba perdiendo velocidad poco a poco, como si en plena cogida comenzara a desvanecerme lentamente. Juan Cruz enterraba su cabeza sobre la almohada, con la cara hacia el techo y los ojos cerrados con fuerza, como tratando de largar toda gota del semen que pudiera contener. Mi espalda había quedado tirada hacia atrás, con el cuerpo temblando del goce y lleno de sudor resbalando por él, gotas que caían de mis pechos y recorrían mi abdomen para perderse en los vellos de mi intimidad, en busca de formar parte de la penetración. Su miembro seguía en mí, yo me enderecé y me dejé caer sobre su pecho rendida. Ambos quedamos pegados en un sudor compartido, permanecimos unos cuantos minutos en esa posición mientras sentía su pene perder la erección dentro de mi interior. Al retirarme de arriba suyo su miembro terminó de abandonarme y cayó flácido sobre su vientre, bañado en el fluido de ambos que lo hacían brillar ante la luz de aquella habitación. Después de estar unos minutos en esa posición me dí cuenta que mi amante se había entre dormido, y decidí dejarlo tranquilo allí. Me recosté a su lado y abrazándolo por el pecho me dejé vencer yo también por el sueño. Una noche de buen sexo me relaja y no me cuesta dormirme, pronto mis ojos estaban cerrados y caía en un sueño profundo. Durante horas no supe absolutamente nada, mi cuerpo y mi mente descansaban junto al que había sido mi amante ocasional por una noche.

Desperté sobresaltada, vi la claridad a través de la ventana y supe inmediatamente que estaba llegando tarde. Miré mi reloj y lo confirmé, habían pasado cinco minutos de las ocho y media de la mañana. Mi madre seguramente estaría preocupada, y mi novio había quedado en irme a visitar antes de irse al trabajo. Sabía que no llegaría, y mientras comenzaba a inventar en mi mente una buena excusa que me permita salir ilesa de aquel engaño me levanté de la cama a toda velocidad tanteando y buscando en el camino la ropa que había dejado tirada. Encontré la bombacha junto a la cama, y me dirigí hacia el comedor donde sabía que había dejado el resto: las botas y el jean habían quedado tirados junto a uno de los sillones y el corpiño y la blusa encima de él. Después que junté la ropa y acomodé todo, me fui hasta el baño a toda prisa para darme una ducha antes de irme a casa, no podía aparecer así y menos si llegaba a estar mi novio esperándome. Encontré la puerta del baño rápidamente, estaba entre abierta y desde el comedor se podía ver la bañera. Entré y me bañe lo más rápido que pude, al salir me peiné y me sequé sobre la alfombra, desnuda me dirigí hacia el comedor. Juan Cruz dormía profundamente, y a pesar del ruido que había hecho no dio señales de querer despertarse. Después de ver la bombacha decidí no usarla esa mañana, tenía manchas evidentes del sexo del que había disfrutado la noche anterior, así que la guardé en la cartera en un rincón bien escondida. Me puse el jean, el corpiño, la blusa y las botas a toda velocidad, había logrado bañarme y cambiarme en tiempo record. Aún con los cordones de las botas sin atar me fui hasta la habitación, y sin encender la luz me acerqué al borde la cama para despertarlo y despedirme de Juan Cruz. Después de sacudirlo por un hombro insistentemente, entreabrió los ojos y me miró sorprendido.
-¡Juan!, ¡Juan!, me voy -le dije-.
-¿Eh?, ¿Qué?
-Me voy. Tengo que irme.
-¿A dónde?
-Me voy a casa.
-¿Te llevo? -me preguntó aún dormido y tratando de incorporarse-.
-No, no, esta bien. No te preocupes. Decime por donde pasa el 147, que ese me deja a una cuadra.
-Acá. En la esquina -dijo señalando hacia la pared, en dirección hacia la calle Güemes-.
-Bueno, gracias. Nos vemos a la tarde. En el trabajo...-me agaché para atar los cordones de las botas, y antes de irme...- Ah, y no te olvides que de esto ni una palabra, eh.

Antes de dejarlo allí me agaché sobre su vientre, un olor a sexo me llenó los pulmones, lo miré a los ojos con cara de atorranta y besé la punta de su pene. Él respondió con una sonrisa, y me observó mientras me retiraba de aquella habitación. Lo dejé durmiendo, crucé el comedor a paso largo y abandoné aquella casa por primera y por última vez. Al salir observé el automóvil en la entrada del garage, y uno a uno me vinieron los recuerdos de los momentos vividos la noche anterior. Mientras caminaba en dirección contraria, hacia la esquina donde pasaría el colectivo, iba imaginándome que cosas podría decirle a mi novio para dejarlo tranquilo y que no sospechara nada, pero tenía la mente demasiado aturdida para esperar un poco de claridad que me dejara inventar la excusa perfecta.

Atrapada

Mi novio y yo habíamos acudido a un concierto de rock, nos habían regalado las entradas a través de un amigo. A pesar de no ser seguidores de este tipo de música, nos acercamos para ver que onda. El concierto se celebraba en un pequeño gimnasio de una escuela secundaria de la ciudad, pero nos quedamos muy sorprendidos cuando al llegar a las puertas había una fila enorme de gente esperando para entrar. Era evidente que el lugar iba a estar repleto de gente, si es que alcanzaban a entrar todos.

Tanto mi novio como yo no imaginamos que el ambiente estaría tan pesado. Pensábamos que la música sería más tranquila de lo que realmente terminó siendo. Casi todos chicos eran más jóvenes que nosotros, con edades que superaban por muy poco los veinte años; amantes de las motos, el rock, la cerveza y seguramente las peleas. Mientras hacíamos la cola para ingresar, comenzaron los inconvenientes. Un adolescente junto a dos amigos comenzó a piropearme, y hacer comentarios sobre mí.

-¡¡Mirá que linda rubia!!, está para partirla -comentó uno de ellos.
Yo me agarré fuerte del brazo de mi novio, que escuchó claramente lo que aquél muchacho había dicho. Sabía que se podía enojar por eso, y no me equivocaba. Yo frenándolo trataba de que no se metiera en peleas por un simple comentario, pero lejos de hacerme caso encaró a aquél chico.

-¿Qué te pasa, imbecil? -le dijo mirándolo fijo a los ojos.

Los chicos largaron la carcajada, burlándose de él. Parecía inevitable que aquello terminase en pelea, y volviendo a tomar a mi novio por el brazo lo empujé hacia dentro del gimnasio, intentando evitar problemas. Aún podían oírse las risas de los jóvenes desde el interior, afortunadamente ya habíamos entrado evitando incovenientes.

-No hagas tonterías amor, no necesitas demostrarme nada peleando con esos pendejos. Yo sé que me querés, y eso es lo que a mi me importa. Ahora quedate tranquilo, vamos a divertirnos y disfrutar del recital -le dije, algo molesta por su maldita costumbre de pelearse cada vez que alguien me dice algo.
-Bueno, esta bien. Perdoname -se disculpó él.

Estábamos atrás del todo, casi en el fondo del salón. Todos tan apretados que podía olerse la humanidad, y el calor se cortaba con un cuchillo. Yo, encima, ni siquiera iba vestida acorde a las circunstancias, ya que llevaba un vestido blanco corto en vez de haberme puesto un jean mucho más apropiado para ese tipo de evento.

El concierto comenzó con los gritos del líder del primer grupo que saltó al escenario para goce de todos los jóvenes que allí se congregaban, y que cantaban a coro y saltaban al ritmo de la batería. Los organizadores, a pesar de que no cabía un alma, no paraban de entrar más y más gente, y cada vez estábamos más apretados. De vez en cuando podía notar como a mis espaldas alguno pasaba tocándome la cola casualmente, pero lejos de decirle algo a mi novio intenté concentrarme en el concierto y disfrutar dentro de lo posible. El calor era sofocante y apenas se podía respirar entre la gente. Para colmo noté que los chicos que acababan de colocarse detrás de nosotros se habían quitado las remeras, y cuando giré la cabeza me llevé una flor de sorpresa.

-¡¡Ohhh, hola bebé!!. Miren quien tenemos acá -dijo uno de los chicos.

Eran los tres maleducados de afuera, que casi terminaron a las trompadas con mi novio. Menos mal que él no notó la presencia de ellos, sino la pelea se hubiese armado ahí mismo. Los chicos me miraban y se reían por mi cara de susto. Uno de ellos me ofreció un trago de su botella de cerveza, que con una forzada sonrisa rechacé. Mi novio estaba a mi lado y no me soltaba la mano, pero era ajeno a lo que pasaba detrás de nosotros. La música volvió a sonar, y cuando comenzaba a adaptarme al ruido sentí que alguien se me acercaba al oído:

-¡Qué flor de culo que tenés mamita! -yo me hice la desentendida, no quería problemas. Pero él insistió.
-Digo que estás muy buena.

Volví a hacerme la sorda y dejar pasar aquellos comentarios como si no fueran hacia mí. Pero como aquél chico no tenía bastante con solo decírmelo, sino que también me agarró una nalga por encima del vestido y la apretó fuerte con la mano entera. Yo di un saltó y mi novio lo notó:
-¿Que te pasa?
-Nada, nada -respondí.

Porqué carajo nos habíamos metido en aquél lugar me preguntaba, y porque no nos habíamos marchado al llegar. La mano del chico volvió al ataque, como pude me puse de costado y le dije con cara seria que parara, sino quería tener problemas con mi novio. Aquello pareció causarle gracia, y al comentárselo a sus amigos rieron a carcajadas. Volvió a comentarme al oído:

-Te voy a coger mi amor, te la voy a meter hasta el fondo.

Mientras mi novio cogoteaba tratando de ver al escenario, yo me di la vuelta tratando de que él no se diera cuenta y mirándolo lo más seria que pude le dije:
-¡¡Pará!!, en serio. ¡¡Pará!!

Para todo esto mi novio seguía de mi mano, y mirando el recital tranquilamente.

-Decíselo a tu novio si querés, así aprenderá como se coge una rubia como vos- insistió el pendejo.

Volví la mirada hacia adelante, más asustada que otra cosa. Imaginaba que cuando mi novio se diera cuenta de todo, aquello podía terminar en algo muy desagradable para nosotros, pues los chicos eran tres y dispuestos a pelear si la ocasión se les presentaba.

-¿Nena, el culito lo tenés virgen? -otra vez hice oídos sordos.
-Me gustaría metértela por el culito, y que veas como entra una verga de verdad.

Sus palabras eran cada vez más fuertes, y estaban empezando a tener cierto efecto. Yo trataba de distraerme con el concierto y olvidarme de todo, pero el pendejo continuaba una y otra vez. No conforme con lo hecho, me tomó de las nalgas con ambas manos, apretujándolas y manoseándolas a su gusto. Con una desfachatez seguramente potenciada por algo de alcohol. Yo ya no entendía muy bien que pasaba dentro de mí, pero lejos de rechazar a aquel extraño sentía cierta sensación de gusto por sus palabras... por su atrevimiento... por sus caricias.

-Muñeca, debes tener la concha bien mojada ¿ó me equivoco?
Mi novio me miraba de vez en cuando y me sonreía, ajeno totalmente a la situación. Si tú supieras, pensaba yo. El pendejo seguía en lo suyo, y pronto se apretujó contra mi cuerpo. Podía notar su bulto a través de mi vestido, sus manos fueron subiendo de mi culo, pasaron por mi cintura y subiendo comenzó a delinear mi espaldas y tocar por los costados mis pechos. Empujó metiendo las manos de a poco, tratando de no hacerlo tan evidente, hasta llegar a tomar mis pechos, uno en cada mano. Yo estaba dura, quieta, inmóvil y sin reacción. Mientras aquél desconocido manoseaba mis pechos, jugaba con los pezones por sobre la tela y los pellizcaba de vez en cuando. Su manoseo estaba brindándome un enorme placer, aunque intentaba negármelo.
Intentaba sin mucho convencimiento separarme de aquél extraño, pero se estaba complicando sin que mi novio notara nada.

-¡Pará ya, imbecil! -le grité, sacándole las manos de mí bruscamente. Para todo esto mi novio se percató que algo pasaba, y mirándome preguntó:

-¿Que te pasa?
-No, nada, nada. Es que me han empujado -contesté, quitándole importancia. Él se dió la vuelta, y al verlos los reconoció inmediatamente.

-¡¡Ustedes!! -gritó eufórico. Y tomando al pibe del cuello lo enfocó para darle una piña. El adolescente enseguida gritó "Oso", yo sin saber muy bien que significaba entendí al ver uno de sus amigos tomando a mi novio también del cuello, un gordo que parecía tener cerca de treinta años.

-Soltalo, sino queres tener problemas -dijo.

Yo tomando a mi novio del brazo le supliqué que por favor lo dejara, que evitáramos problemas.
-Dejalo cariño, por favor. Solo ha sido un empujón. Sigamos viendo el concierto, no les hagas caso, por favor.
Me sentí muy relajada cuando los ánimos se calmaron, mi novio volvió a darse la vuelta para volver a mirar el recital y volvió a tomarme de la mano.

A pesar del mal momento sufrido, el pendejo volvió al ataque susurrándome cosas al oído.

-Lo que le pasa a tu novio es que no se le para, por eso te tiene desatendida. Lo que vos necesitas es una buena verga. Tendrías que ver que buena pija tengo.
Yo tragaba saliva y esta vez no hice caso, tratando de que la cosa no terminara en pelea. Ya no sabía que hacer, si le comentaba a mi novio se armaba flor de quilombo, si me callaba estaba resignándome a lo que me hiciera aquél desconocido. Era mejor no hacer caso, así se calmaba un poco. Pero la cosa siguió, otra vez mis pechos fueron agarrados por sus manos mientras seguía susurrándome al oído.

-Verás que cogida te voy a pegar. Vas a ver las estrellas, bomboncito.

No me quedó otra que pedirle a mi novio que nos fuéramos del lugar.
-Ahora no mi amor, está por tocar el grupo que me gusta -contestó- Cuando terminen nos vamos, ¿Querés?.
Estaba metida en un buen lío, del que seguro no saldría ilesa. Hice oídos sordos nuevamente, tratando de no hacer caso a lo que me dijera aquél adolescente. Pero él insistía una y otra vez.

-Me gustas mucho bebe, tengo la verga como una piedra. Vas a ver que cogida te voy a pegar.

Entre sus frases y su manoseo insistente a mis pechos apretujaba los pezones y los retorcía sobre la tela del vestido y mi corpiño, sin saber que aquello me producía un gran placer. Ya no podía evitar sentir calentura, y eso me estaba trastornando bastante, disfrutar de un manoseo indiscreto de un desconocido.

-Vaya tetas que tenés, nena. Casi no me entran en las manos. Así me gustan, grandes como las tuyas... mmm, vaya que lindos pezones.

Cerré los ojos, pues lo estaba disfrutando realmente. Los latidos de mi corazón se aceleraban y mi bombacha comenzaba a humedeserce, no podía evitarlo. Por un lado deseaba que todo aquello terminara, pero por otro lado deseaba que no tuviera fin. Tan lleno de gente estaba aquel lugar que nadie se percataba del manoseo al que estaba siendo sometida. Mi novio con el cogote en alto trataba de ver el escenario, mientras yo sólo escuchaba la música. De vez en cuando le apretaba la mano, ya que no podía tenerme casi en pié debido a las caricias que me estaba proporcionando aquél extraño. Las manos de aquél pibe volvieron a mi culo y siguieron con su labor de sobar y sobar, sin importarle realmente nada. Pero más allá llegó su atrevimiento cuando una de sus manos se introdujo por debajo de mi vestido, y comenzó a acariciar la parte interna de mis muslos. Cuando sentí sus manos pidiendo permiso entre mis piernas, se me escapó un suspiro.

-Mmm, que buenos muslos tenés, suaves. Vas a ver que bien lo vamos a pasar -volvió a susurrarme el pendejo. De pronto lo noté metiendo un dedo entre mi bombacha, pensaba que se disponía a masturbarme pero mucha fue la sorpresa al notar que lo que trataba era de bajármela, tirando hacia abajo. Yo intentaba moverme para separarme de él, pero lo hacía con movimientos no muy descarados para que mi novio no se percatara de nada, y terminara peleando.

-Déjame quedarme con tu bombacha bebe, al menos tendré un recuerdo tuyo -me decía, mientras seguía intentando bajármelas. Yo me resistía y me la sostenía como podía, por encima del vestido, con la única mano que tenía libre.

-¡Pará ya!, por favor -suplicaba, poniéndole cara de pobrecita. El chico seguía en su intento cada vez con más fuerza, mientras sus amigos parecían divertirse con la situación. Yo estaba bastante asustada, aunque al mismo tiempo esa situación me provocaba cierto placer, me odiaba a mi misma por eso, pero era inevitable. En su insistencia tiró bruscamente, llegando a rasgar la tela. Eso pareció gustarle, así que en vista de que bajarla le resultaría difícil, comenzó a intentar arrancarla. Tiraba una y otra vez hacia él, y mi bombacha iba rajándose cada vez más, las costuras iban cediendo y ya se metían entres mis labios mayores, rozándome el clítoris. Con los tirones llegó a hacerme un poco de daño, quedando prácticamente una tira abrazada a mi cintura y pasando entres mis piernas. Un último tirón bastó para arrancarla por completo. Con mis movimientos mi novio volvió a percatarse de algo, pero no entendía muy bien que pasaba.

-¿Que te pasa? -volvió a preguntarme.
-Nada, nada. Solo me tropecé.

El pendejo había conseguido su objetivo, y después de olerla descaradamente se la pasó a sus amigos. Yo sentía como un aire fresquito se colaba entre mis piernas, por debajo del vestido. Su mano volvió a meterse entre mis piernas, metiéndome un dedo entre los labios mayores y recorriéndola.

-Mmm, que linda concha que tenés -yo cerraba los ojos. Aquella sensación me tenía confundida, parecía todo un sueño, pero era real, demasiado real como para poder evitarlo.

-Mi amor, por favor, vámonos -le supliqué a mi novio.
-Espera un poco, media hora más y nos vamos.
-Es que tengo mucho calor, y además quiero volver -a pesar de mi insistencia, no me hacía caso. Estaba destinada a caer en las manos de un desconocido sin desearlo, ¿o ya comenzaba a desearlo?.

-¿Tenés calor preciosa? -me preguntaba el pendejo- Yo voy a apagar ese fuego, vas a ver.

El adolescente volvió a insistir, metiendo su mano entre mis piernas subió lentamente hasta llegar a mi concha. Noté como uno de sus dedos volvió a meterse delicadamente en mi interior. Se detuvo alrededor de la primer falinje, y la recorrió desde el clítoris hasta cerca del ano. Mientras tanto se acercó a mi oído y me dio un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja izquierda, tapándose con mi cabeza de las vista de mi novio que seguía atentó al escenario.

-Vaya, veo que estás caliente, bien caliente y mojada. Vas a ver que bien entra mi dedo -y diciendo esto metió su dedo por completo, sintiendo seguramente toda mi humedad.

-Esta perra esta que se funde -le decía a sus amigos, mientras su dedo siguió abrazado en mi interior, con los otros jugaba con los vellos de mi pubis. Fue inevitable que yo soltara algunos gemidos, que se perdieron con la música. El vestido ya se me pegaba por el sudor, el calor del lugar y la situación me estaba haciendo transpirar. De vez en cuando miraba de reojo a mi novio, pero él seguía entretenido, mientras un desconocido me estaba metiendo mano de lo lindo. El habilidoso dedo de aquél joven se introducía una y otra vez en mi concha, proporcionándome un placer exquisito.

-¡Vaya!, que concha tan estrecha. Ummm, que rica debe estar -me repetía una y otra vez al oído.

De repente dejó de tocarme, por un momento creía que todo había terminado, pero no era así. Lo vi hablando con sus amigos, seguramente preparando alguna maldad. Me asusté mucho cuando sus amigos se me arrimaron, pensé que el manoseo se volvería colectivo pero me equivocaba. De pronto lo sentí meterse por debajo del vestido, desde atrás. Mi novio no lo veía, mientras él se ocultaba entre sus amigos y mi vestido. Notaba su cabeza haciendo bulto en la parte de la cola, y su aliento me chocaba tibio entre las piernas. Al principio las cerré, pensando que todo aquello había ido demasiado lejos y debía ponerle punto final. Pero su lengua rozó mis glúteos y creí morirme, sus manos separaron mis nalgas y su lengua paso caliente y húmeda por mi ano. Eso fue suficiente para hacerme abrir un poco las piernas, su lengua volvió a pasar por afuera de mis labios mayores, que luego se dedico a separar para ahora chupar mi interior. Ya para ese entonces, yo estaba totalmente entregada.

En un abrir y cerrar de ojos aquél chico estaba bajo mis piernas chupándome toda, iba de la concha hasta el culo, pasando su lengua por la entrada de mi ano. Un pequeño grito se escapó de mi garganta, afortunadamente nadie escuchó, el griterío y la música taparon todo. Mi novio seguía mirando delante, sin percatarse de lo que estaba ocurriendo. De pronto, aquella maravillosa lengua volvía a chupar mi intimidad, instintivamente yo abría más mis piernas y la desconocida lengua continuaba, ahora había llegado dificultosamente a mi clítoris y sólo tardó unos segundos hasta hacerme llegar por primera vez al orgasmo, intenso y maravilloso. Tuve que apoyarme en una chica que había delante mío para no caer, la joven me miró a la cara y sonrió, desconociendo también todo lo que estaba ocurriendo. El chico salió de debajo de mi falda y volvió a chuparme en la oreja izquierda, ocultándose de la vista de mi novio y al tiempo que me decía:

-Mmm, que concha tan sabrosa tenés. ¿Qué tal lo pasaste?, ¿La pasaste bien?, ¿Eh?. Ahora verás que tengo la pija dura, no como la de tu novio.
Levantó la parte de atrás de mi vestido y noté como algo gordo, tibio y húmedo se metía entre mis muslos, sin duda era su pene. Bajé mi mano libre y se la agarré de la punta con la mano entera, humedeciéndome de su calentura toda la palma. En un giro rápido de cabeza la contemplé sorprendida y excitada, era bastante grande y gorda. Aquél pendejo tenía un pene exquisito, a pesar de su cuerpo menudo debía poseer cerca de veinte centímetros de verga, era bastante gorda y su glande quedaba expuesto casi por la mitad. Comencé a jugar con esa maravilla, desesperada me la puse entre las piernas y la refregaba sobre los labios mayores, estaba que reventaba de la calentura. Nuestros fluidos se mezclaban en los actos, él no dejaba de chuparme y morderme el cuello. ¿Qué me estaba pasando?, no podía parar, estaba desesperada y excitada, deseando que aquella verga se me metiera dentro. Comencé a masturbarlo con mi mano derecha, tratando de ocultarle a mi novio los movimientos que estaba haciendo. Durante el trabajo me la restregaba en la nalga derecha, izquierda, por entre medio y por mi concha. Notaba como su capullo humedecía mis dedos, él hacía movimientos hacia atrás y hacia delante para favorecer la maniobra. Yo no aguantaba más, y parecía que él tampoco.

-Quiero metértela, quiero cogerte, vas a ver como entra mi verga caliente en ese jugoso agujerito. La posición casi no lo permitía, ya que los dos estábamos de pié y yo tampoco podía inclinarme mucho hacia adelante, pues no había espacio y podía resultar sospechoso para mi novio, en cambio necesitaba que me cogiera, lo necesitaba realmente. Seguimos jugando, yo con mi mano abrazaba su verga y humedecía mi mano en su glande para luego recorrerla y lubricar su tronco, él me mordía en el cuello y apretaba su pelvis contra mi culo, el contacto de su piel contra la mía era impresionante. Nuestras respiraciones iban en aumento y nuestro gusto también. Acercándose a mi oído, suplicaba:

-Te la tengo que meter, te tengo que coger ya, aunque sea lo último que haga en mi vida -eso me calentaba aún más y necesitaba inventar alguna excusa creíble para poder retirarme.

-Mi amor, tengo que ir al baño, no aguanto más -le dije a mi novio, en un acto desesperado por librarme de él por un rato.
-¿Ahora?, pero si no vas a poder llegar, esto está repleto -me contestó.
-Es que no aguanto más.
-Bueno, dale. Te acompaño.
-No, no, voy sola. Seguí viendo el recital tranquilo, yo voy corriendo y en un rato vuelvo.
-¿Sola?
- Si, si, no te preocupes. Gracias.

Así fue como pude liberarme por un momento de él, estaba fuera de mis cabales, me estaba comportando como una perra en celo. Ya no me importaba nada ni nadie, quería sentir aquella verga dentro de mí, así que me di la vuelta y tomando a aquél desconocido de la mano casi lo arrastré hasta los baños. El pendejo me había puesto tan caliente, no daba más. Salimos corriendo entre la gente hacia los baños, sus amigos nos acompañaron. Cuando al fin llegamos, pudimos ver que los de las chicas estaban completos y había fila, así que entramos en el baño de hombres.

-Oso, encargate -dijo el adolescente, a lo que su fornido amigo sacó a dos que estaban orinando con la excusa que los baños estaban momentáneamente fuera de servicio. Eran dos adolescentes de la escuela secundaria que organizaba el evento.
-Gracias oso, y que no entre nadie -le volvió a decir.

Entramos en aquel maloliente lugar y casi desesperadamente comenzó a meterme mano por todos lados, mientras nuestras lenguas comenzaban a conocerse. Nos besamos como dos condenados, jugando con nuestras bocas y nuestras lenguas. Su mano se metía bajo mi vestido y jugaba con los pelos de mi vientre, para luego meterme un dedo y masturbarme torpermente. La calentura de los dos era demasiada para tener cierta delicadeza en nuestros movimientos.

-Cogeme, cogeme -le supliqué.

Abrimos la puerta de uno de los urinarios y a pesar de estar mugriento no me importó lo más mínimo. Estaba deseando tanto ser cogida por aquél extraño que no me importaba nada. De espaldas al inodoro, el adolescente se bajó los pantalones hasta los tobillos, quedando desnudo frente a mí. Su verga completamente en erección me apuntaba, mientras él no dejaba de mirarme con una cara de vicioso total. Yo comencé a desabotonarme el vestido, era tanta la calentura que las maniobras eran torpes y más de un botón saltó en el intento por desengancharlo. Trataba de tranquilizarme para evitar salir medio desnuda de allí. Lo colgué sobre la puerta, tratando de que no tocara el piso, pues estaba algo mojado y de líquidos altamente sospechosos.

-Que buena estás bebe -me decía.

Con las botas y el corpiño puesto me arrodille frente a él, mis ojos seguían clavados observando el leve bamboleo de su verga. Una vez que la tuve delante de mi rostro, la abrace con la mano derecha cerca de la base y acercándomela a la boca lo miré a los ojos, intentando hacerlo sufrir un poco, aunque la que más estaba sufriendo por no comérmela era yo. Sacudiéndola comencé a jugar con ella, notaba como algunas minúsculas gotas de su húmedo glande me salpicaban el rostro. Él me miraba poseído, mientras yo le sonreía con cara de malvada.

-Como me pones pedazo de puta -sus palabras podían sonar de lo más hirientes en otros momentos, en otros ámbitos; pero a mí me excitaban aún más y ciertamente me sentía como una puta.

Seguí jugando una y otra vez con su pija, él me suplicaba que me la metiera en la boca. No lo hice sufrir mucho más, y abriendo la boca introduje poco más de la mitad, para luego cerrarla y abrazarla por debajo con la lengua. Con los ojos cerrados iba y venía con su verga dentro, succionándola con fuerza. Sólo poco más de la mitad de aquel enorme instrumento desaparecía dentro de mi boca, llegaba hasta mi garganta, salía casi por completo para luego volver a entrar. De vez en cuando me la sacaba de la boca para observarla, veía mi saliva hacer brillar toda la extensión que lograba mamar.

-Seguí puta, seguí. Que veo que te gusta comerla... que bien la chupas.
Seguí un buen rato mamando, con los ojos cerrados y poseída por aquél instrumento. Cuando noté señales de que estaba por llegar al orgasmo me detuve, no podía dejar que acabara. Él se sentó con las piernas abiertas sobre la taza del inodoro, yo me di vuelta y dándole la espalda comencé a bajar, agarrándome de las paredes del habitáculo. Agarré la punta de su verga para orientarlo a mi entrada, la pasé por mis labios vaginales antes de sentarme sobre ella. Cada centímetro entró lentamente en mi interior. El placer era increíble.

Sentada sobre él comencé a cabalgar rellena de su poderoso miembro, él me tomaba de la cintura y seguía mis movimientos. Yo rebotaba una y otra vez sobre su vientre, viendo su pene desaparecer dentro de mí. Parecía increíble que entrara con tanta facilidad, pero yo estaba tan caliente y tan mojada que solo me provocaba un inmenso placer. Durante las embestidas, él sacaba una mano de mi cintura para agarrarme una teta, la apretujaba y me pellizcaba con fuerza un pezón. Nuestros cuerpos transpiraban, nuestras gemidos se perdían con la música mientras disfrutábamos del sexo como si fuera el último de nuestras vidas.

-Toma, toma, toma... -repetía una y otra vez mientras me cogía. Los músculos de mi vagina estrujaban su pene y mis manos se aferraban a las paredes para no resbalar. Sus amigos habían quedado vigilando en la entrada al baño, sólo se alcanzaba a oír de vez en cuando "el baño está clausurado, han roto una cañería". Sus dos amigos espantaban a los jóvenes que querían ingresar, mientras adentro nosotros seguíamos cogiendo escandalosamente.

-Si, si, cogeme, cogeme... -gritaba yo- Uff, ufff... Uughmmmm...

De pronto la puerta de entrada al baño se abrió, y alguien corriendo se acercaba al urinario. Era su amigo, que se frenó sorprendido al verme allí: con el corpiño abrazándome la cintura, las botas puestas y ayudándome con las manos para no resbalar y poder cabalgar con más facilidad. Yo no podía despegarme de mi amante, todavía seguía sobre él ante su presencia. Estaba poseída, fuera de mí y recibiendo una y otra vez su verga en mi interior.

-Tenemos que irnos, los chicos del colegio llamaron al director... -se interrumpió sorprendido de verme tan entusiasmada.
-Como coge que está pendeja -dijo, sorprendido.

Metiéndose la mano en la bragueta comenzó a manoseársela sin sacarla, yo trataba de no mirarlo. Me daba vergüenza verme tan puta, tan desesperada por ser cogida que ni su presencia me habían hecho parar. Mirando al piso, pero curiosa de sus actos notaba como ya la había sacado fuera de su pantalón, por su bragueta. Abrazándola con la mano derecha se la recorría desde la base hasta la punta, aunque mis ojos no se posaron en ella podía adivinarlo con sus movimientos.
Sin vergüenza alguna se acercó, sentí su pene colarse entre mi flequillo y quedar a escasos milímetros de mi frente, estaba invitándome a chupársela. Giré mi cabeza en señal de rechazo, pero mi amante me incitó a que accediera.

-Vamos puta, chupasela. Demostrale como me lo demostraste a mí lo buena mamadora que sos -tirándome del pelo hacia atrás me hizo enderezar la cabeza, su amigo aprovechó la maniobra para ponérmela en la cara y refregármela sobre los labios. Yo no accedía, pero tampoco me negaba rotundamente. Su pene debía medir cerca de quince centímetros, aunque era gorda no igualaba en lo más mínimo la que tenía en el interior. Los fluidos en la punta del glande me humedecieron los labios, como si se tratara de un gran lápiz labial. Le di unos besos en la punta, esperando calmarle las ansias.

-¡Dalee, chupamela! -insistió él.

Cerré los ojos, y abriendo la boca me la metí centímetro a centímetro. Se la comencé a chupar lentamente mientras seguía siendo cogida por mi primer amante. Quién talvez por el hecho de verme disfrutar de dos miembros a la vez se excitó más de la cuenta, pues sentí que estaba llegando al orgasmo. Mi placer iba en aumento cada vez, pero me sentía lejos del clímax. Yo lo necesitaba dentro de mí un rato más, pero en una última embestida eyaculó abundantemente.

-Dios, que bien coges... -giré mi cabeza y seguí cabalgando, mientras él permanecía inmóvil y sintiendo los últimos espasmos. Yo no quería que acabase tan pronto, necesitaba más para alcanzar mi orgasmo. Me abracé a su cuello, él me beso el lóbulo de la oreja y el hombro, para luego agarrarme de las axilas y haciéndome a un lado levantarse. Se fue del habitáculo tratando de levantarse el pantalón, su gran miembro iba perdiendo la erección y brillaba mucho, bañado con mis fluidos y les restos de su semen.


-Que bien coge esta pendeja -dijo al irse -te toca... -el otro pibe me agarró bruscamente, me dio la vuelta con rudeza y con una mano en la espalda me hizo agacharme boca abajo y levantar la cola. Sin preámbulos me la metió, y comenzó a bombearme con fuerza.

-¡Tomá puta, tomá! -me decía.
-Aaahhhh, aahhhhh, ahhhh. Sí, cogeme... ummm, cogeme... -susurraba yo. Nunca había tenido sexo con alguien que no conocía, y menos me había entregado a dos chicos en el mismo acto. Pero esa tarde habían despertado la puta que había en mí, las provocaciones en el recital me habían hecho excitar demasiado, y estaba viviendo las consecuencias.

Lo sentí escupirme la cola, y con el dedo gordo comenzó a desparramar la saliva por el ano. Bombeaba rápidamente, con su dedo gordo metido en mi culo. Yo estaba cerca del orgasmo, pero él se separo por un momento y colocó su glande entre mis nalgas, apoyando la punta en la entrada de mi ano y haciendo fuerza para metérmela. Sentí un ardor insoportable, me traté de incorporar mientras él seguía insistiendo en metérmela por el culo pero él me frenó con la mano apoyada en la espalda.

-¡¡Pará boludo, paraaa¡¡ Me arde, paraaa.. -el ardor era punzante, y mi esfínter se resistía.

Poca era su paciencia, o mucha su calentura, así que sacándola de mi dolorido ano me la volvió a meter en la concha bruscamente, para seguir bombeando. A pesar de haberlo intentado, no pudo meterme más de un centímetro de su glande. Yo sentía un fuerte ardor, me tocaba asustada pensando que me había lastimado.

El pendejo siguió bombeando rápido un buen rato, arrimándome al clímax nuevamente a pesar del mal momento. Sentí que se venía su orgasmo, justo después que llegó el mió. Yo me aferré fuertemente al inodoro y las piernas se me aflojaron, el orgasmo fue brutal y me dejo media tirada agarrándome de las paredes del habitáculo. Me la sacó y sacudiéndosela eyaculó, el semen saltó de su glande y cayó sobre mi sudorosa espalda, por encima de la cola.

-Uggghhhh, ummm, ummm... Dios, dios... -se quejaba él- Que buena puta, como coges.

En eso estábamos cuando lo llamaron de afuera, pues parecía que tenían algunos problemas.

-Dale boludo, salí rápido que apareció el director -gritaron sus amigos desde afuera. Se guardó la pija, se subió el pantalón y salió corriendo de aquel baño. Yo quedé tirada allí, en medio de aquel maloliente lugar. Mi cabeza daba vueltas, me sentía muy mal, transpirada, sucia por dentro y por fuera. Descolgué el vestido de la puerta del urinario, y me lo puse algo apurada por lo que habían dicho desde afuera. Temía que alguien entrara y me descubriera allí, en el baño de hombres y recién usada. Comprendí que había caído en la trampa de unos adolescentes, seguramente todo había estado planeado y talvez no era la primera chica que caía en la trampa. Mientras salía disimuladamente del baño pensaba en mi novio, imaginé que me andaría buscando, pero no podía presentarme así. Mis pelos estaban revueltos, oliendo a sexo, mi aliento perfumado de los miembros de aquellos desconocidos y con un poco de semen que no había llegado a limpiar por encima de mi cola. Aprovechando la cercanía al portón de salida me fui, al caminar sentía un fuerte ardor en el ano, me sentía perdida y bastante desorientada, como si tuviera una leve borrachera. Llegué a casa y fui directamente al baño, me saque las botas, las medias, el vestido y el corpiño. Regulé el agua y me metí bajo la ducha, para darme un buen baño.

Carta a un marido cornudo

Carlos:
Me haz pedido que te cuente todo lo que sucedió aquella noche, después de que perdiste el sentido. Sé que esta carta no será agradable para ti, pero he decidido escribírtela, porque como sabes, siempre he necesitado ser sincera contigo, en cualquier situación o circunstancia. También la escribo porque no me siento capaz de decirte frente a frente lo que sucedió con Lucas, espero me entiendas y me comprendas.
El sábado, como ya sabes, me llamaste al apartamento para invitarme a la fiesta de tu empresa y me pediste que me vistiera provocativa para ti, esperabas desearme toda la noche para en casa hacerme el amor. Sabía muy bien que sólo deseabas mostrarme ante tus amigos, querías hacerlos desear. Yo como una tonta acepté, y haciendo caso a tu pedido me puse aquel corto vestido rojo que me regalaste, sin ropa interior. Decías que eso te calentaba mucho, y aunque siempre te lo negué eso me calienta a mí también: pasearme así entre tanta gente me hace humedecer, entre tantos hombres.
Todo transcurría normalmente, pero como pasa desde la secundaria, empezaste a beber demasiado. El alcohol te inspira confianza, y terminas siempre peleándote con alguien.
Mientras bailábamos comenzaste a echarme en cara haberte confesado que Lucas me había caído bien, justamente Lucas que es tu principal rival en la empresa. Y sí, cometí el error de habértelo dicho. Aunque trataba de arreglarlo de alguna manera, de hacerte olvidar aquél comentario, lo recordabas muy bien. Aunque te aseguré que nunca le tocaría un pelo, sin saberlo te mentí.
Aún no puedo quitarme de la cabeza el hecho de que más tarde, totalmente borracho, te hubieras enojado con Lucas porque estaba bailando conmigo. Aunque trataba de disimularlo, me tenía muy apretadita. Y sí, reconozco que él me estaba tomando fuerte por la cintura. Pero te aseguro que no se sobrepasó, siempre fue muy educado. Insististe, lo retaste a pelear y le tiraste un golpe, él hábilmente te esquivó y te golpeó fuerte en la cara, dejándote inconsciente. Yo no sabía que hacer, estaba preocupada por ti aunque te lo hubieses buscado, aunque te lo merecías. Lucas, al ver que no reaccionabas me ofreció llevarte a un centro médico cercano para que te revisara un médico, yo acepte muy agradecida. Nos subimos a su auto, después de acortarte en el asiento trasero y partimos rumbo al hospital.
Bueno, se que lo que te cuente a continuación no me lo perdonaras jamás pero como ya te dije anteriormente, tengo que decírtelo. Mientras íbamos para el hospital, Lucas me preguntó si realmente te veía muy mal. Le comenté que más allá de la sangre en tu boca, seguramente no reaccionabas por tu borrachera. Se disculpó por lo sucedido, se atribuyó la culpa del mal momento, y me confesó que no pudo evitar pegarse tanto al bailar -Tu vestido ajustado, y como se marcaba tú cola me volvían loco- me confesó. Yo me sentí muy halagada y atraída por él.
Sin soltar el volante posó una mano en mi rodilla, esperando mi reacción, no se si fue fruto del alcohol que había ingerido pero la verdad es que yo no me inmute, e inconscientemente abrí mis piernas. Su mano siguió su camino entre mis muslos, se sorprendió al toparse directamente con mis vellos y no con mi ropa interior. Su dedo comenzó a recorrer de punta a punta mi raja, entreteniéndose principalmente con mi botoncito del placer. Comprobó mi completa humedad, y trato de introducir un dedo en mi interior. Lo detuve, y le dije –No, por favor. Esto no puede suceder-, pero él con un movimiento hábil logro traspasar mi débil resistencia y en un instante lo tenía hurgando mi intimidad, haciéndome retorcer en el asiento.
-No te preocupes, solo quiero tocarte un poquito- me dijo.
Continuó manoseándome a su antojo, lo hizo por un buen rato. Yo solo me dejaba, estaba más que excitada. De repente detuvo el manoseo, sacó su pene y comenzó a masturbarse, y me invitó a que lo imitara. Le obedecí, y comencé a frotarme la concha furiosamente sin dejar de mirar como su mano no dejaba de recorrer su verga, muy colorada y brillante.
¿Recuerdas el día que fuimos a la piscina con Lucas? Fue el verano pasado, ¿Lo recuerdas?. Bueno, nunca te lo dije, pero ese día yo había notado lo grande que se le notaba el bulto bajo el short a tu compañero de trabajo, a tu principal enemigo. Y aquella noche en el auto lo confirmé, es más grande que el tuyo, más grueso, más cabezón y con las venas que se le marcan a lo largo. No quiero que te ofendas, pero la verdad es que ese si era un pene de macho.
Siguiendo con lo sucedido, Lucas me tomó por la cabeza y me inclinó sobre él, haciéndome mamársela. No tuvo que insistir, se lo aferré en mi mano y lo contemple por un instante, disfrutándolo con la mirada, antes de metérmelo por completo en la boca. Lo lleve cerca de la garganta, cerré mi boca por completo abrazándolo por debajo con la lengua y poco a poco lo fui retirando, brillaba por mi saliva y restos de los fluidos de su excitación. Justo en ese momento tú hiciste un pequeño ronquido que me hizo incorporar, al observar que seguías durmiendo me volteé a seguir mamándosela.
Después de estar un buen rato tirada saboreando su verga, él tomó la iniciativa y apoyándose contra el respaldo comenzó a bombear en mi boca. Literalmente me cogía la boca con furia, mientras me manoseaba la teta izquierda que había logrado retirar de mi vestido. Mi concha comenzaba a pedir a gritos ser atendida, pero la mamada me tenía poseída. Así que no tuve más remedio que comenzar a masturbarme, introduciéndome dos dedos en mi intimidad llegó mi primer orgasmo.
Cuando Lucas no aguantó más las ganas de cogerme detuvo el auto bajo unas plantas, que tapaban la luz de la única luminaria de la cuadra. Echó su asiento hacia atrás golpeándote sin quererlo, tu entreabriste los ojos por un instante en la total inconciencia, pero volviste a cerrarlos quedando nuevamente en un profundo sueño.
-No más Lucas, por favor -le dije– no más, ya estuvo bien así. Me da pena verlo así a Carlos.-Le pedí, no muy convencida-.
-Solo un poquito, déjame penetrarte un poco.–me pidió-Te juro que no voy a acabar, solo quiero estar un rato dentro tuyo.
-¿Y si despierta?-pregunté-.
-Míralo, ¿Tu crees que va a despertar?. No se despertaría ni aunque se la metiera por el culo -me dijo-. Yo sonreí, y subiéndome el vestido me puse encima de él. Me iba sentando sobre su pene, mientras sobre su hombro te miraba compadeciéndote. Lucas me agarraba la cola a medida que me penetraba, apretando fuerte mis nalgas las separaba y dejaba libre el paso de una brisa por mi pequeño ano. La forma en que comenzó a cogerme no tenía nombre, me comía las dos tetas a medida que yo cabalgaba desesperada sobre su tranca. Me decía una y otra vez puta, me pedía que te mirara, que observara bien los cuernos que te estaban saliendo y que disfrutara de una vez por todas de un verdadero hombre. Y le hice caso, mientras él me cogía te observé, y sentí una extraño placer indescriptible. Lo siento Carlos, pero esa es la verdad. Me encantó que Lucas me cogiera a solo un metro tuyo, que me usara sin realmente importarle nada.
Al cabo de unos minutos de un verdadero goce cambiamos de posición, me puse de espaldas a él apoyando mi pecho en el volante. Sentía que los movimientos que producíamos te harían despertar, pero la verdad es que si lo hubieras hecho no me habría importado, estaba dispuesta a seguir hasta que acabáramos los dos. Lucas no dejaba de manosearme los pechos, pasando sus manos bajos mis brazos los apretujaba deliciosamente. Yo me recostaba sobre él, que aprovechaba a besarme el cuello. Después de unos minutos de penetración furiosa llegó mi orgasmo, entre gritos de placer me retorcía a medida que perdía ritmo. Me desmonté de Lucas rápidamente sentándome en mi asiento, y tirada sobre su falda comencé a mamársela hasta que llegó su orgasmo. Logré sacarla de mi boca justo en el momento en que empezaba a lanzar los primeros gotones de semen; los restos colgaban de mis labios, de mi pera, de mi pelo, del borde del asiento y algunas llegaron a manchar tu pantalón. Aún colorado, el glande relucía una mezcla de fluidos que me llamaban a limpiar. Su pene perdió volumen en mi boca, y recomponiéndome en mi asiento me limpié con mi pañuelo los restos de semen del rostro.
Luego de limpiarte el pantalón, le pedí a Lucas que nos alcanzara hasta el departamento. Al llegar te bajamos entre los dos, te dejamos en la habitación, nos dimos un apasionado beso y se retiró.
Esta es la verdad de lo que ocurrió aquella noche. La decisión que tomes luego de leer estas líneas, sea cual fuere, yo sabré respetarla. Recuerda que a pesar de todo te quiero, y yo no quiero que lo nuestro se acabe. Espero tu respuesta.

Te quiere, Mónica.

Los chicos crecen

-¡Cómo crecieron los chicos! – decía Alcira, la madre de Darío, recostada en su reposera una tarde a fines de Febrero.

- Imagínate, Germán ya se recibió de subteniente, parece mentira – Alejandra le respondió con algo de tristeza en la voz
- ¿En serio? – dijo mi madre - ¿Y adonde lo destinan?
- Tiene que presentarse en Curuzú-Cuatiá el lunes – la pena de Alejandra era razonable, su hijo se alejaba de su lado -¡Me voy a quedar tan sola! El verano iba llegando a su fin. Alejandra, la madre de Germán, solía invitarnos a pasar las tardes en la piscina de su lujoso pent-house. Allí íbamos Darío, Freddy y yo con nuestras respectivas madres, Alcira, Elena(la madre de Freddy) y Marcela (mi mamá).
Yo escuchaba la conversación de las tres mujeres mientras mis amigos jugaban un partido de ping-pong. Teníamos los tres 16 años, y ese verano tanto Freddy como yo habíamos pegado el último estirón. Yo ya medía 1,80m y Freddy era algo más bajo, pero no mucho. Dary había salido a su madre, de menor estatura, pero su cuerpo era bastante más robusto que los nuestros.
Germán, el hijo de Alejandra, era dos años mayor que nosotros y acababa de terminar el Colegio Militar, siguiendo los pasos de su padre, Francisco. Ese día había ido a retirar los papeles de su nombramiento.
Ellos eran la familia de mejor posición económica en el edificio donde vivíamos. Francisco era Coronel retirado, y trabajaba para una empresa proveedora de insumos militares, por lo que sus contactos con los ejércitos de Latinoamérica le permitían realizar suculentos negocios. Vivían en el departamento más lujoso del edificio, con piscina propia, gimnasio y todos los detalles de confort que se puedan imaginar. Alejandra había entablado una entrañable amistad con nuestras madres, que eran de clase media y debían trabajar para ayudar a nuestros padres a mantener nuestro nivel de vida. Desde pequeños nos habíamos acostumbrado a ir a merendar y a jugar a su casa, con Germán. Ella nos atendía como a su hijo, nos ayudaba con nuestras tareas, en fin, era una mamá más para nosotros.

-Charly (por mí) y Freddy estiraron de golpe – dijo Elena – Mirá lo desgarbados y flacos que son...

- Si, van a tener que hacer gimnasia para armonizar los cuerpos...- dijo mi madre.

- Cierto, con algo de pesas se van a poner a punto –Alejandra sabía bastante, se pasaba horas en su gimnasio particular.

- ¡No sé de donde va a sacar tiempo mi hijo! – dijo Elena – Este año tiene Francés en el colegio y no sabe nada. Va a tener que estudiar como loco...

- A Charly le pasa lo mismo – coincidió mamá – El con el inglés no tiene problemas, yo le enseñé de chiquito, pero de Francés ni jota....

- ¡Pero haberlo dicho antes! – terció Alejandra – Yo hablo Francés, les puedo enseñar...
Alejandra provenía de una tradicional familia salteña, gente muy adinerada que le había costeado una educación de lujo. Durante mucho tiempo mi madre se había preguntado cómo podía estar casada con un tipo como Francisco, bastante grosero y autoritario. La respuesta le llegó una tarde, no hacía mucho tiempo, en que Alejandra, deprimida tras una discusión conyugal, había venido a casa por la noche buscando consuelo. Mi madre escuchó con paciencia la historia del capitán destinado a la guarnición de Salta que había seducido a la hija de una familia patricia del lugar, de 16 años, dejándola embarazada. Para salvar el escándalo, los padres de la niña arreglaron con el jefe del destacamento la boda, a pesar de los 8 años de edad que los separaban. Francisco no tuvo otro remedio que acceder pues de lo contrario perdería su carrera. Así pues, se casaron y el traslado solicitado por el comandante los trajo a vivir a Buenos Aires.

- Sería estupendo – dijo Elena, que no podía costear una profesora particular de Francés para Freddy - ¿No será demasiado trabajo?
- ¡Por favor! – casi suplicó Alejandra – Para mí sería una ocupación...Vos sabés que no hago nada en todo el día.... me aburro...¡Me encantaría romper la monotonía!
- Más ahora que Germancito se va...- intervino mamá
- ¡Claro! – se entusiasmaba Alejandra - ¡Para mí serían una compañía los chicos! – continuó – Así no estaría tan sola...

- Bueno, vamos a decírselo a ellos... – cortó Elena - ¡A ver , Freddy, Charly! Nos aproximamos. Darío no tenía mucho que ver en la cuestión, aparte últimamente sólo pensaba en Laurita, una chica con la que estaba saliendo hacía seis meses.

- Ale les puede ayudar con Francés este año...- dijo Elena
- Sería bárbaro – acepté rápidamente para volver a jugar al ping- pong.

- ¿Vos estás de acuerdo? – Elena presionó a su hijo.

- Si nos da café con torta...- dijo Freddy con cara de pillo.

- ¡Pero mirá vos..! – se escandalizó su madre y todos reímos.
En los días siguientes nuestras madres retomaron sus labores, Germán se fue a Curuzú y nosotros comenzamos el colegio.
Pasó marzo, y en abril empezaron nuestras clases de Francés. Como nuestros padres y madres trabajaban, Freddy y yo almorzábamos algo al volver del colegio y luego de descansar un poco subíamos a la casa de Alejandra para que nos ayudara. Pensé que esta rutina iba a resultar pesada, aburrida, pero ella supo transformarla en algo agradable. A medida que pasaban los días fuimos aprendiendo a maravillarnos con la cultura de esta mujer; nos enseñó a leer los clásicos, alquilaba famosas películas francesas para que acostumbráramos el oído a la pronunciación, nos hacía escuchar a Edith Piaf, Ives Montand, en fin, nos tenía fascinados. Bebíamos sus palabras, su voz era cautivante, la veíamos ir y venir por la casa con su andar elegante, inquietante. Su cabello castaño estaba siempre recogido con un gracioso moño, su ropa era distinguida, sus ojos grises se destacaban en el rostro perfecto, que había ido perdiendo el bronceado del verano pero no por eso era menos bello. Y su perfume...
En mayo cumplí los diecisiete y Freddy los cumplió en Junio. Para esta época, esperábamos la hora de ir a la casa de Alejandra cada vez con más ansiedad. Ella parecía compartir el gusto que sentíamos por estar en su compañía, siempre nos esperaba con una sonrisa sus ojos nos acariciaban con ternura, nos recibía con un beso a cada uno, nos mimaba...

- Párense derechos...- solía decirnos - ¡Qué altos están! – y parándose a nuestro lado comprobaba que habíamos superado su metro setenta y tantos de estatura – Ya son dos hombres...

- Ya te pasamos...- bromeaba con ella
- Bueno, con tacos estamos parejos..- y al decirlo se paraba en puntillas – Deberían hacer gimnasia para desarrollar el tórax... ¿Porqué no vienen todos los días un poco más temprano y vamos al gimnasio?
- Sii..sería bárbaro – dijo Freddy. Cualquier excusa nos parecía buena con tal de estar más tiempo a su lado.
- Bueno, vamos a hacer así – propuso Alejandra – A partir de mañana vienen directo de sus colegios, hacemos una hora de gimnasia, después nos duchamos, almorzamos y estudiamos Francés.¿Está bien?
- Fenómeno – acepté. Cada vez nos unían más cosas.
A pesar de todo, siempre notaba alguna melancolía en su mirada, como una tristeza interior que la acompañaba permanentemente. Esos maravillosos ojos grises no brillaban. ¿Por qué?...
Al día siguiente, ni bien llegué del colegio me puse un conjunto de gimnasia, y subí a su casa. Me abrió la puerta enfundada en una malla de Lycra que se adhería a su cuerpo, que para mi sorpresa era espectacular. Aunque la había visto muchas veces en traje de baño en la piscina, no recordaba haber reparado en aquellas caderas rotundas, las piernas largas, los pechos voluptuosos. Debo haber puesto una cara de estúpido total, ya que ella soltó una carcajada.

- ¡Charly! – reía - ¡Te quedaste embobado!
- ¡Es que esa malla te queda espectacular! – la piropeaba
- Daale....que puedo ser tu madre...- no se enojó, más bien parecía complacida.

- Ya sé....pero igual sos un bombón – le dije, besándola en la mejilla. Alejandra bajó la vista y sus mejillas se tiñeron con un ligero rubor.

- Gracias....- balbuceó Me iba a guiar hacia el gimnasio cuando tocaron a la puerta y apareció Freddy. La miró de arriba abajo con picardía:
- Perdón...¿No está Alejandra? – soltó – Vos debés ser la hermana menor...

- ¡Andá , pavo! – ella se reía, halagada. Por primera vez vi brillar aquellos hermosos ojos.

- Ale, estás de película – seguía Freddy, que siempre había sido muy desenfadado – no me voy a poder concentrar en la gimnasia...

- Bueno, si quieren me cambio y me pongo algo más holgado...- dijo Alejandra, siguiendo la broma
- Nooo, está bien así – me apresuré, causando su hilaridad .

- Si hubiera sabido que me iban a lisonjear de esta forma, me lo hubiera puesto mucho antes...- comentó mientras nos acercábamos a las máquinas.

- Nunca usás ropa ajustada – le dije.

- A Francisco no le gusta...- su mirada perdió el brillo – Es más, si sabe que me puse esta malla delante de ustedes, creo que me mata...

- ¡Si es por mí, no se va a enterar! – dijo Freddy, y ella volvió a reír.
Nos explico la rutina que había elaborado para nosotros y nos abocamos a la gimnasia, sin dejar de admirar a nuestra profesora con el rabillo del ojo.
Cuando terminamos los ejercicios estábamos los tres sudados, contentos ¿excitados?...La malla se había adherido totalmente al cuerpo de Alejandra. Podía adivinar los glúteos firmes, se marcaban ligeramente sus pezones, el cuello estaba tentador con aquellas gotitas resbalando hacia sus senos...Mientras sentía mi pene agitarse debajo de mi buzo de algodón, desvié la mirada para no delatarme.

- Bueno, vamos a ducharnos y luego a almorzar – nos señalaba el camino del baño.

- Ah, nos íbamos a duchar acá...- dijo Freddy – Yo no traje nada...

- Yo tampoco, pensé que me iba a duchar en casa y después volvía...- me disculpé.

- Como quieran...- dijo Alejandra – pero vamos a perder un montón de tiempo. Si quieren les presto toallas y alguna ropa de Germán...y mañana se vienen preparados.

- Bueno, dale – acepté
- Vamos a ver...- abriendo el armario sacó dos toallas y rebuscó entre la ropa de su hijo – Los shorts de Germán les van a quedar un poco cortos...pero no importa, total no los ve nadie...

- ¿Quién se baña ...? – pregunté, pensando que tal vez ella se iba a desnudar al entrar a la ducha. Eso me ponía muy ansioso a estas alturas de los acontecimientos.

- Ustedes arréglense en este baño, yo me ducho en el de mi dormitorio – me desilusionó.
Nos bañamos y nos pusimos la ropa de Germán, que por cierto nos quedaba bastante pequeña. Salimos a la terraza, hacía un frío bárbaro, era julio, y colgamos las toallas a secar. Volvimos hacia la cocina, donde Alejandra, envuelta en una bata de toalla disponía el almuerzo sobre la mesa. Su cabello caía mojado sobre los hombros de la bata Sin querer, me imaginé que debajo podía estar desnuda, y el short se me abultó. No sé si ella se dio cuenta, pero me senté deprisa para disimular. Comimos entre las bromas de Alejandra sobre la ropa que nos iba chica y nuestros cuerpos desgarbados.

- Van a ver como en tres meses van a ser dos bombones- nos prometió – las chicas se van a morir por ustedes Por la tarde mi concentración en el Francés dejó mucho que desear, preocupado como estaba por descubrir si Alejandra estaba desnuda debajo de la bata. Se hicieron las cinco de la tarde y nos despidió con un beso a cada uno y las recomendaciones para el otro día.
Los días siguientes fueron desesperantes. No podía dejar de mirar el cuerpo de Alejandra, me atraía totalmente. Me pasaba las tardes espiándola, a ver si en algún descuido suyo podía admirar algo más de aquel tesoro que estaba descubriendo. Pero la traidora malla de Lycra no se abría nunca, lo único que hacía era pegarse al objeto de mis desvelos, marcando aquellas formas que me obsesionaban. Por las noches, Ale era la dueña de mis fantasías de adolescente, la musa inspiradora de mis pajas.
Para colmo, la intimidad era cada día mayor y la confianza entre los tres aumentaba, permitiéndonos diálogos más atrevidos, que siempre eran liderados por el atrevimiento juvenil de Freddy
- ¿Cuál máquina te gusta más? – le preguntó una tarde Alejandra.

- Vos...- respondió Freddy. Yo me quedé esperando el reto.

- Noo...es mucho para vos, todavía no estás preparado...- para mi sorpresa ella seguía la broma sin escandalizarse. - ¿No, Charly? – me incluyó, con un brillo cómplice en la mirada .

- Bueno, quizás si yo le ayudo...- aventuré, muerto de miedo.¡Si mi madre llegaba a escuchar me echaba del planeta, no sólo de casa!
- ¡Epa!... de a dos no vale...es mucha ventaja – dijo ella riendo – Me voy a duchar.
Me quedé hecho un nudo mirándola alejarse hacia su dormitorio.

- ¡Me tiene loco! – me dijo Freddy por lo bajo - ¿Viste qué lomo tiene?
- ¡Pero es la mamá de Germán! – le contesté, tratando de ocultar mi propia excitación y lavar mi culpa.

- Daale...a ver si no le mirás las tetas...- me dio un empellón camino al baño.
Nos duchamos y fuimos a la cocina. Alejandra tardó algo en volver y cuando apareció casi me da un ataque. El cabello castaño caía húmedo sobre los hombros, el cuerpo cubierto por un suéter de lana que le llegaba hasta el nacimiento de los muslos, dejándolos casi totalmente desnudos. En los pies, unas sandalias de taco chino.
El movimiento de sus pechos al caminar denunciaba la ausencia de sujetador, resultaba terriblemente sensual.
Durante el almuerzo nuestro azoramiento era total, se nos caían los cubiertos al piso, circunstancia que aprovechábamos para tratar de ver sus piernas...y algo más...
Pasamos al living y nos acomodamos en los sillones donde solían transcurrir nuestras clases de Francés. De casualidad Freddy y yo no tropezamos al tratar de sentarnos en el sillón frente a ella. Alejandra se recostó en el sofá recogiendo sus hermosas piernas mientras abría el libro. Yo fingí leer el mío mientras de reojo espiaba sus movimientos. La clase fue discurriendo por espacio de una hora hasta que hicimos un descanso.

- El Francés es el idioma del amor, de los románticos – nos explicaba mientras servía café. Al inclinarse hacia la mesita enfrente nuestro, el escote en V del suéter nos ofreció un generoso panorama de sus pechos. – Si algún día quieren conquistar a una mujer de verdad, háblenle algo de Francés..- al volverse para acomodar el almohadón del sofá, el suéter se levantó dejando al descubierto sus hermosas nalgas, cubiertas por una tanga blanca con encajes. Temblando, dejé mi tacita de café sobre la mesita mientras me acomodaba para disimular la erección que el espectáculo estaba provocando en mis pantalones de algodón.

- Francisco te hablaba Francés cuando eran novios...- Freddy también se removió nervioso en su sillón.

- Nnooo..- se reía ella – Francisco de romántico no tiene nada...

- Pero te gustaría que te hablaran bajito al oído en Francés...- no sé de donde saqué valor para insinuarle.

- ¡Por supuesto! – brillaron sus ojos grises – Si algún día tengo un amante, va a tener que hacerlo – dijo con picardía.

- ¿Te gustaría tener un amante? – pregunté en tono indiferente
- Es un decir...- me pareció que jugaba conmigo al gato y al ratón.
Transcurrió agosto y en septiembre comenzó la primavera. Los días templados agregaban más ansiedad a nuestras tardes con Alejandra. La odiada malla de Lycra resultaba calurosa y fue reemplazada por un ajustado short de algodón y un top de la misma tela. Nuestros pantalones largos desaparecieron y comenzamos a usar otros cortos, sin camisetas. Con Freddy nos pasamos unas cuantas horas debatiendo si debajo de la ropa de nuestra adorada profesora había ropa interior, hasta que llegamos a la conclusión de que no. Nuestra excitación llegaba a límites increíbles cuando el short húmedo por el sudor se colaba entre los labios de su vagina, delineando aquel pubis delicioso. Con el esfuerzo, los pezones de Alejandra se marcaban bajo el top, erectos casi como nuestros penes, que a duras penas lográbamos disimular. Nuestros cuerpos ya mostraban los resultados de la gimnasia, que ella se encargaba de alabar.

- Ya tienen unos lomos espectaculares – nos adulaba – Este verano no sé como van a hacer para escaparse de las atorrantas de sus amigas...

- No, si no queremos escaparnos..- le respondió Freddy – Más bien queremos que nos agarren...- se reía.
Una tarde, a principios de octubre, Ale nos dijo que debíamos suspender la clase de Francés pues debía ir a la Alianza Francesa a devolver unas películas que había alquilado para pasarnos. Nos ofrecimos a acompañarla. Nos vestimos y viajamos en el Metro hasta el centro, donde devolvimos las películas. Ella estaba con una falda de lino y una blusa de seda con cuello de solapas. Sus pechos redondos se delineaban discretamente, sin estridencia. Calzaba finísimos zapatos de tacón, que equiparaban su altura casi con la nuestra. Enlazamos su brazos uno de cada lado y entramos en el Metro para volver a casa.
Para nuestra sorpresa el andén estaba repleto, era la hora pico en que la mayoría de los empleados retornan a sus hogares.
Cuando el tren abrió sus puertas, la marea humana nos lanzó dentro del vagón. Freddy y yo manoteamos un pasamanos cada uno y Alejandra quedo entre nosotros, enfrentándome, sin otro apoyo que nuestros cuerpos. Siguió entrando gente y apretujándonos. Un tipo con un bolso se paró detrás de mí, el bolso daba justo en mi cintura, empujando mi pelvis hacia delante, de manera que quedó apretada contra la de Alejandra. Ella tenía las piernas separadas, para lograr un mejor equilibrio, a la par que se aferraba a mí. Freddy, empujado por la gente por detrás de ella también la apretaba.
Sentí los muslos de Ale rozando contra los míos. Mi pene se agrandaba rozando su pelvis, su cara junto a la mía, su respiración se agitaba. Freddy la apoyaba por detrás, y sus ojos parecían salirse de las órbitas.
Mi erección ya era tremenda, mi pija se apretaba contra la conchita de Ale, sus tetas sobre mi pecho sin que yo pudiera hacer nada. Bajé mi mirada y vi el rubor en sus mejillas. Freddy respiraba acalorado. Durante tres largas estaciones estuvimos en esa embarazosa situación de sándwich, la cabeza de ella se recostó contra mí, como entregada. Era una sensación de placer y vergüenza que ninguno de los tres había provocado y no nos atrevíamos a mirarnos a los ojos. Por fin el vagón se vació algo y nos separamos un poco.

- Uff...hace calor aquí – comentó Alejandra.

- Si, esto está repleto..- dije por decir algo
- Menos mal que ya llegamos – terció Freddy.
Procuré pensar en otra cosa hasta que pude dominar mis hormonas y cuando descendimos del tren hablamos sobre bueyes perdidos sin hacer alusión al viaje. Esa noche, evocando la tibieza de aquel cuerpo me masturbé hasta quedar relajado...
La primavera nos tenía con los sentidos a flor de piel. Freddy y yo éramos vírgenes aún, pero queríamos superar esa situación. Fuimos a un cabaret en la zona norte pero la experiencia fue un fracaso, volvimos bastante frustrados.
A mediados de noviembre se realizaba anualmente el baile de Rotary Club, a beneficio del Hospital de niños. Todos concurrían con sus mejores galas, era el evento social de la zona.
Mi madre me encaró unos días antes:
- Charly, vas a venir la baile...- me sugirió. Ella sabía que no me hacía ninguna gracia, era un acontecimiento que me resultaba aburrido, eran todos mayores, la música era antigua, Frank Sinatra, Glenn Miller.

- Uuy, mami, es un plomo de pesado..- comencé a negarme.

- Tenés que hacerme ese favor – me dijo – necesito que vengas...

- ¿Por..? – me extrañé
- Mirá, no comentes nada – comenzó – Resulta que Francisco se va a Colombia y Alejandra me dijo que no quería ir sola, que todos iban acompañados. Realmente me dio pena, el marido la tiene bastante descuidada. Con Elena tratamos de convencerla, nos decía que no tenía ropa, puso mil excusas. Al final la convencimos diciéndole que Freddy y vos iban y que le podrían hacer compañía...- mi madre casi suplicaba.

- Ah, bueno, siendo así...- traté de disimular mi súbita alegría. Ser la pareja de Alejandra en un baile de gala....no era una proposición para desdeñar.
Esa semana fuimos a comprar nuestros smoking con Freddy. Estábamos entusiasmadísimos.
El día de la fiesta esperábamos a Alejandra en la recepción de nuestro edificio mientras nuestros padres sacaban lo autos de las cocheras, vestidos y perfumados. Ella apareció al abrirse la puerta del ascensor, su figura iluminada por la luz del vestíbulo nos hizo callar.
Su cabello castaño brillaba cayendo sobre sus hombros, la boca roja entreabierta, los ojos grises con destellos maravillosos. Un vestido negro largo hasta los tobillos, de una tela parecida a la seda lavada, con detalle de piedras en la cadera, audazmente escotado, que se ceñía a su cuerpo acelerando los latidos de nuestros corazones. Los pechos se movían acompasadamente con su andar al acercarse a nosotros...

- Estás muy bella esta noche...- susurré en mi rudimentario Francés al inclinarme para saludarla con un beso en la mejilla.

- Más que bella... estás maravillosa – apoyó Freddy en el mismo idioma.

- Ah...si me van a seducir en Francés no me voy a poder resistir..-su mirada traviesa nos acariciaba – Ustedes están fantásticos...- y tomándonos a cada uno por el brazo nos dirigimos a los coches.
Ya en la fiesta, sentados a la mesa con nuestras familias se ufanaba jocosa
- Miren los galanes que me acompañan – bromeaba – Debe haber varias que me están envidiando – nos halagaba mientras nuestros padres, orgullosos festejaban la broma.

- Vamos a bailar – dijo mi madre a mi padre al escuchar una melodía. Los padres de Freddy también salieron a bailar. Yo miré a mi amigo para ver quién sacaba a Alejandra. Me hizo señas para que lo hiciera yo, que tenía más práctica en ese tipo de música, él era más de salsa y Rock’n roll.

- ¿Baila, madame? – me incliné ceremonioso para invitarla
- Ay Charly, hace tanto que no bailo...- me dijo levantándose de su silla.

- No te preocupes, a lo sumo te voy a pisar un poco – reíamos mientras nos dirigíamos a la pista de baile. Con mi mano derecha rodeé su cintura, casi temblando por el azoramiento. Ella pasó su brazo izquierdo alrededor de mi cuello, tomando mi mano libre con la suya y para mi sorpresa se apretó contra mi cuerpo, su mejilla se juntó con la mía, sus tetas maravillosas presionaban mi pecho...Podía percibir su perfume mientras girábamos al compás de la música. Bailaba maravillosamente, sentía su pelvis rozar mi entrepierna, el contacto me hizo estremecer. Cerré los ojos embelesado por su aroma, rogando mentalmente que nadie se percatara de mi excitación. Así bailamos cuatro piezas. En las dos últimas yo retiraba un poco mi cintura para evitar que ella pudiera notar mi erección.

- ¿Querés bailar con Freddy? – murmuré entrecortadamente, muy a pesar mío.

- Si, pobre, se debe estar aburriendo...- asintió al tiempo que tomándome de la mano nos aproximamos a nuestra mesa.- ¡Qué bien que bailás Charly! – sus palabras me sonaron a gloria y agradecí mentalmente que no se hubiera dado cuenta del estado de mi pene.
Tomó a Freddy del brazo y me quedé observándolos evolucionar por la pista, la cara de mi amigo roja por la emoción, los ojos de ella entrecerrados, su mejilla pegada a la de él, sus cuerpos fundidos al compás de la música. Al cabo de otras cuatro piezas comenzó a sonar un tango por los parlantes y tras un breve diálogo se tomaron de la mano y volvieron a la mesa. Freddy caminaba medio de costado, con su mano libre por delante, como queriendo ocultar algo...
Quedamos los tres sentados.
- Realmente bailan muy bien los dos – dijo Alejandra – me gustó mucho...

- Sí, lastima que no sé bailar tango – comenté
- Si les gusta, yo les puedo enseñar...- ella nos miraba alternativamente a los ojos mientras hablaba.

- Sería buenísimo, ahora está poniéndose de moda – dijo Freddy.
A nuestras espaldas sonó una voz masculina muy educada.

- Señora, ¿Aceptaría bailar este tango conmigo? – preguntó un hombre de unos cuarenta y tantos, muy bien parecido. Reconocí en él a un acaudalado empresario de la zona, muy respetable, el soltero más codiciado al decir de las charlas de mi madre con sus amigas. Nos ignoraba a Freddy y a mí olímpicamente.

- Si mis galanes me dejan...- amablemente Alejandra respondió mientras nos miraba con picardía.

- ¡Por supuesto! – me apresuré a contestar educadamente, muy a mi pesar - ¡Quién mandó a este plomo! – pensé para mis adentros.
El hombre la tomó galantemente del brazo y cuando llegaron a la pista comenzaron a bailar. Pude observar que Ale se mantenía a respetable distancia de él, sus movimientos eran cautelosos y respondía a su conversación inclinando la cabeza. Cuando finalizó la danza, tras un corto diálogo retornaron en nuestra dirección.
- Muchas gracias – dijo ella como despidiéndolo, para mi secreta satisfacción.

- Ha sido un placer – contestó el hombre – Chau chicos...- se dirigió a nosotros con un tono que se me antojó despectivo.

- ¿Quién es? – quiso saber Freddy, más indiscreto y espontáneo que yo.

- Un pesado...- contestó Ale acariciándole la mano sobre la mesa – Me invitó a salir...

- Bueno, el tipo tiene buen gusto...- me quería hacer el hombre de mundo – Yo en su lugar...- insinué. Freddy se removió disfrutando mi audacia.

- Ah, con ustedes sí – la sonrisa iluminó el rostro de Alejandra. – Pero éste no habla Francés...
Nos reímos los tres. Nuestros padres regresaron a la mesa y las mujeres se fueron al toilette mientras los hombres iban a conversar con unos conocidos.

- Me apretó todo cuando bailábamos – se atolondró Freddy al quedarnos solos - ¡Se me paró la pija y no sabía qué hacer!
- Si, a mí también – me sinceré - ¡Qué fuerte está!
- ¡Viste, dijo que saldría con nosotros! – se entusiasmaba mi amigo.

- No creo, debe haber sido en chiste – traté de serenarlo y al mismo tiempo no quería ilusionarme en vano – Está casada...

- Sí, pero de eso no dijo nada...- Freddy se daba ánimos.
Me quedé callado una fracción de segundo, imaginando lo hermoso que sería tener un encuentro con Ale, besar sus labios, acariciarla. Mi mente de virgen adolescente no registraba ni remotamente la posibilidad de cojerla, eso quedaba reservado para las chicas del cabaret. Creo que ni en nuestras más atrevidas fantasías con las chicas de nuestra edad contemplábamos la posibilidad de llegar realmente al sexo, mucho menos con una mujer como Alejandra, una diosa etérea, casi irreal.

- Largá el vino...- dije – te está haciendo mal...
- Vos siempre tan optimista – se burló mi amigo.
El resto de la noche bailamos con ella hasta cansarnos, estaba como encendida. Acariciaba nuestras nucas, nos hablaba bajito al oído, nos volvía locos. Cuando nos retirábamos no se cansaba de decir "lo bien que la habían tratado sus galanes", provocando la hilaridad orgullosa de nuestros padres. Me acosté disfrutando su perfume que se había quedado impregnado en mis manos...
El final del ciclo lectivo se acercaba. Tanto Freddy como yo habíamos aprobado Francés con holgura, pero continuábamos nuestras clases con Alejandra. Nuestro trato con ella había cambiado después de la fiesta, las conversaciones eran más picantes, nos permitíamos bromas con doble sentido todo el tiempo, las miradas se cruzaban entre los tres con complicidad. Un par de veces sorprendí la vista de ella deteniéndose sobre nuestros pantaloncitos que no lograban ocultar la excitación que su cuerpo nos producía. Aprovechábamos cualquier excusa para tocarnos, y la mayoría de las veces esos contactos se prolongaban más de lo necesario.
El día anterior a la finalización de las clases me dirigía a su departamento como todas las tardes y encontré a Freddy a punto de llamar a la puerta. Cuando nos abrió, mi amigo se inclinó para besarla en la mejilla y pasó hacia el gimnasio. Cuando me tocó el turno de saludo, me incliné y la besé lo más cerca de la boca posible, en la comisura de los labios. Al mismo tiempo, mis manos que normalmente apoyaba en su cintura cuando la saludaba, se quedó detenida a la altura de sus pechos, de manera que al acercarme le rozaba el costado de las tetas, por debajo de los brazos. Había estudiado este movimiento para que pareciera casual. Ella no acusó recibo de la caricia y seguimos a Freddy. De reojo miré su busto y vi sus pezones marcarse violentamente debajo del top de algodón.¿Le habría gustado?. Me propuse repetir la operación a partir de ese momento todas las veces que fuera posible.
Al día siguiente terminaron las clases y con ellas la razón para nuestros encuentros con Alejandra. Subimos a su casa por la tarde y yo no hacía más que buscar alguna excusa para seguir visitándola.

- No sé que vamos a hacer por las tardes sin las clases de Francés – me lamenté mientras tomábamos café después de la sesión de gimnasia
- Bueno, ahora tienen todo el día libre...-dijo ella
- Yo, lo primero que voy a hacer es tomar sol – dijo Freddy – Estoy blanco teta...

- Sí, yo también me quiero broncear – dije por seguir la conversación
- Yo ya empecé hace algunos días – acotó Alejandra. Reparé que su piel tenía un lindo colorcito - ¿Adónde van a tomar sol?
- No sé, iremos al río – dijo Freddy – Las piletas están muy caras.

- Si quieren pueden venir acá – ofreció ella. Mi entusiasmo me desbordó, era la excusa perfecta para continuar nuestra intimidad.

- Uyy...sería bárbaro – me apuré a aceptar – Total por la tarde no vas a tener mucho que hacer....

- Claro, pero mejor vienen por la mañana, a esa hora el sol es más sano, broncea mejor – mientras hablaba nos mostraba los brazos. Yo recorrí todo su cuerpo con la mirada. Los brazos estaban bien bronceados, lo mismo que las piernas, perfectas. Lo extraño era que su vientre, que normalmente debía estar a salvo del sol por el traje de baño enterizo que le había visto usar el verano pasado cuando nos invitaba con nuestras madres a la piscina, tenía el mismo tono del resto del cuerpo. Tampoco se notaban las marcas de lo breteles en sus hombros....¿Estaría usando bikini Alejandra? El solo hecho de imaginarla me agitó los sentidos.

- Vos estás bronceada parejo...- insinué – no se te notan las marcas de la malla...

- Sos muy observador vos...- me miró recto, los ojos grises tenían aquellos destellos inquietantes.

- Más bien se babea mirándote, Ale – soltó Freddy, burlón.

- Lo que pasa es que por la mañana estoy sola...- su mirada insinuante me acarició otra vez – y como nadie me ve aprovecho y tomo sol ...desnuda – dijo como saboreando el efecto que sus palabras causaban en nosotros. Que dicho sea de paso fue devastador...

- ¡Ah, entonces venimos de mañana! – Freddy se repuso antes que yo del golpe y siguió el picante juego. Ella soltó una carcajada, halagada.

- Daale...ustedes no se levantan temprano ni para verme en bolas...- el pequeño rubor de sus mejillas delataba la excitación que el diálogo intencionado le producía.
Al día siguiente, mis padres se fueron a trabajar como de costumbre bien temprano pero yo, en lugar de seguir durmiendo me levanté. No me animaba a ir muy temprano a la casa de Ale, no sabía a qué hora se marchaba Francisco. A eso de las diez ya no pude aguantar más y decidí llamar a Freddy.

- ¿Vamos a tomar sol? – le pregunté, sorprendido porque se encontrara despierto.

- A la casa de Alejandra...- me insinuó
- Sí, dale vamos ya – lo apuré. Me entusiasmaba la fantasía de que tal vez podríamos sorprenderla tomando sol desnuda...
Subimos y tocamos a la puerta. Tardó en responder, lo que aceleró mi pulso. Me la imaginaba buscando algo con que cubrir su desnudez para recibirnos.

- ¡Hola! ¡Qué milagro tan temprano! – nos saludó al abrir la puerta. Para mi desilusión vestía la misma malla enteriza del verano pasado – Disculpen que demorara pero me estaba poniendo la malla.

- ¿Vas a tomar sol? – preguntó Freddy – Te venimos a hacer compañía.
Observé que saludaba a Freddy con un piquito en los labios. Cuando me tocó el turno la abracé por el costado de las tetas como ya era habitual y le estampé también un pico. No se inquietó. Todo era natural, para gran deleite de mis fantasías.

- Yo ya empecé, Francisco se va temprano y yo aprovecho el sol más suave – explicaba mientras íbamos hacia la piscina – después subí a vestirme, a esta hora se pone muy fuerte y tengo miedo que me irrite los pechos – su mirada aparecía insinuante mientras hablaba.

- ¡Te dije Charly, teníamos que venir más temprano! – Freddy tenía esa facilidad para insinuarse de la forma más natural.

- ¡Sí, y seguro me quieren pasar crema por la espalda! – en lugar de escandalizarse, Alejandra seguía la broma con una sonrisa pícara y los ojazos grises encendidos.
Mientras reíamos nos recostamos en las reposeras al borde de la piscina. Nos untamos de crema protectora y ella retomó el juego.

- Bueno, si quieren ir practicando me pueden pasar bronceador – nos miraba bajando los breteles de la malla para dejar descubiertos los hombros. Se volvió y nos dedicamos a acariciar aquella maravilla. Temblábamos por la excitación, nuestras cuatro manos recorrieron su espalda y sus hombros varias veces de arriba abajo. Estuve tentado de introducir mi mano por dentro del traje de baño, debajo de los brazos, a ver si conseguía tocar algo de esas tetas que me obsesionaban, pero no me animé. Cuando ya no había más excusas para seguir acariciándola, nos tumbamos a tomar sol. Pasó un tiempo en que con los ojos cerrados me entregué a mis fantasías hasta que escuché la voz de Ale :
- Me voy a dar un chapuzón – dijo. Abrí los ojos justo para ver que a la pasada observaba la carpa que formaba mi short. Miré a Freddy y vi que él también se encontraba en situación embarazosa - ¿Vienen? – Alejandra no hizo alusión a nuestros estados.
No tenía forma de disimular mi erección, de modo que me levanté con naturalidad y me zambullí rápidamente, esperando que el frío del agua me calmara. Freddy hizo lo mismo y nos encontramos los tres en el centro de la piscina. Ella comenzó a hundirnos y nosotros la agarrábamos por todos lados, jugando con aparente inocencia con la mamá de nuestro amigo ausente. En realidad mis movimientos eran totalmente intencionados. La abracé por detrás, colocando como al pasar mis manos sobre su busto. Ella rodeaba con sus brazos el cuello de Freddy y al moverse apoyé mi verga, nuevamente parada, contra sus nalgas. Ninguna resistencia, sólo grititos de excitación. Nos separamos y ella se dirigió a la parte menos profunda. La seguí y mientras la sujetaba con un brazo por los hombros metí la otra mano entre sus piernas y la levanté, arrojándola hacia Freddy. Pude sentir el bulto blando de su vulva. Ella reía y se retorcía.
Se paró ordenando su cabello hacia atrás.

- Se quedan a almorzar conmigo? – nos invitó
- Bueno – dijo Freddy, y su voz sonó ronca
- Bárbaro, me voy a cambiar y a preparar la comida – saliendo de la piscina nos dedicó un besito a la distancia y se fue secándose con la toalla.
Nos quedamos en la piscina comentando en voz baja nuestras calenturas. Al rato reapareció Alejandra con su traje de baño en la mano y lo colgó para que se secara.

- Vengan a comer – no dijo, inclinándose desde el borde. Levaba una túnica artesanal que le llegaba al comienzo de las piernas, por debajo de lo glúteos. Por debajo se dejaba ver la tanguita blanca. Se ataba en la cintura con un lazo de la misma tela, que la sostenía evitando que se abriera . El movimiento de sus pechos denunciaba la ausencia de sujetador, las puntas se marcaban deliciosamente. La sedosa piel de los brazos desnudos incitaba a la caricia...

- Ya vamos...- dije saliendo del agua, mientras tomaba mi toalla y comenzaba a secarme.

- Pongan las mallas a secar – dijo ella –así no mojan adentro. Me quedé paralizado, no tenía pantaloncito de repuesto...

- Uy, no traje nada para cambiarme..- me disculpé.

- No importa, ponéte la toalla alrededor de la cintura, es sólo para comer – me contestó con naturalidad – Total, no te va a espiar nadie...- se reía.
Me di vuelta y colocando la toalla alrededor de mi cintura me quité el short. ¡por favor, que no se me pare! Pensaba, azorado. No tendría cómo disimularlo.
Los nervios me jugaron una mala pasada y un torpe movimiento hizo que la toalla se deslizara. Ella pasaba a mis espaldas hacia la cocina.

- ¡Qué buen culito! – me largó, dando una palmada sobre mis nalgas blancas. Me quedé clavado al piso mientras Alejandra se alejaba muerta de risa.
Freddy salió del agua también riéndose de mi culo, desenfadado se desnudó y colgó su short junto al mío y luego se arrolló la toalla en la cintura. Tiesos por la excitación, entramos a la cocina.
Alejandra sirvió el almuerzo y los tres nos sentamos a comer, comentando lo bien que habíamos terminado el año lectivo, los planes para las vacaciones, cualquier cosa que evitara algún tema escabroso que pudiera excitarme, no fuera a ser que la toalla delatara mi bulto...
Para mi desgracia no pude dejar de notar que el lazo que sostenía la túnica de ella se iba aflojando, ésta se iba abriendo con sus movimientos y el escote se iba agrandando. Para cuando se levantó a retirar los platos el bendito lazo estaba totalmente flojo, los dos bordes de la túnica corrían paralelos por el centro de su pecho juntándose por debajo del inicio de su tanguita, de sus pechos sólo tapaban los pezones y los costados. El valle de sus senos se nos ofrecía en todo su esplendor, con sus estupendas redondeces, la diferencia de color en su piel nos indicaba las zonas que generalmente estaban tapadas por el traje de baño. No podía apartar mi mirada de allí. De mi pija, ya ni me acordaba.
Alejandra se inclinó para tomar mis cubiertos y el borde de la prenda se abrió aún más, mostrándome un pezón obscuro, con una aureola grande, que me atraía como un faro. Ella se dio cuenta de la dirección de mi mirada y cerró apenas la brecha.

- Se me van a escapar – comentó al pasar, mirándome burlona. Y sin trancisión - ¿Tomamos café?
- Si, dale – contestó Freddy. Yo estaba todo confundido, no podía articular palabra.

- Bueno, mientras se calienta nos ponemos las mallas y lo tomamos en la pileta – nos invitó. Cuando se dio vuelta salí rápidamente y me puse el short, sentándome con Freddy en sendas sillas junto a la mesita de afuera.
Ale trajo la bandeja con los cafés, se inclinó para dejarla sobre la mesita. Otra vez la abertura. Otra vez las tetas, ahora se veían sus dos pezones. Se enderezó y tomó su traje de baño
- Sírvanse el azúcar mientras yo me cambio – indicó. Por un momento pensé que lo iba a hacer delante nuestro, pero giró en dirección al baño, regresando unos instantes más tarde con el bañador puesto.

- Hace calor – dije mientras abría la sombrilla por encima nuestro.

- Sí, esta hora es mala – me miraba fijamente, con una sonrisa en los labios, como si disfrutara de mi azoramiento – mejor nos quedamos a la sombra – dijo mientras se sentaba en la tercer silla junto a nosotros.

- La verdad, Ale, la paso fantástico con vos – Freddy lo decía sinceramente. Yo sentía lo mismo. - ¿Vos , Charly?
- Yo también...- dije tímidamente, aún sin salir de mi estado de shock.

- Bueno, gracias – nos dedicó una sonrisa - Pero seguramente la pasarán mejor con sus amigos – y con picardía - ...con las chicas de su edad, en lugar de una vieja como yo...

- ¡Qué va! – Freddy se agitó - ¡Vos no sos vieja! La pasamos mejor con vos que con cualquiera ¿Verdad Charly?
- ¡Por supuesto! – salí de mi letargo – Vos sos especial...- traté de adularla. El rostro de Ale pareció enternecerse al bajar sus ojos. Sus mejillas se ruborizaron levemente.

- Les cuento un secreto...- comenzó a hablar bajito – Ustedes también son algo especial para mí. Realmente este año que estuvimos tan juntos me parece un sueño. Me mimaron, me acompañaron, me siento querida, admirada...- su voz era un susurro encendido
- Bueno, pretendientes no te deben faltar – dije, tomando atrevimiento nuevamente – en la fiesta del Rotary el tipo ése se mató con vos – mi lenguaje desenfadado causó su hilaridad
- Sii...- reía – Ese lo único que quería era cojerme...- ahora sus palabras causaron nuestra sorpresa. Por primera vez pensé que yo también quería cojerla...

- Bueno...nosotros...- Freddy tenía un tono pícaro en la voz
- ¡Con ustedes es distinto! – cortó ella – Yo siempre tuve la fantasía de sentirme querida, valorada. Ustedes me piropean, me hacen sentir una mujer deseada, aunque no se den cuenta – Pareció ignorar la insinuación de Freddy – Con ustedes realicé la mayor de mis fantasías, no saben lo lindo que es eso, decía entusiasmada – ¿Ustedes tienen alguna fantasía que les gustaría realizar?
- Bueno, yo quiero verte tomando sol en bikini...- dije, tratando de que pareciera una broma. En realidad pensé en decir "desnuda" pero no me atreví a tanto.

- Ay, sol, no tengo una bikini – me dijo con fingida pena, siguiendo el juego – Francisco no me deja...

- ¿Y un conjuntito de ropa interior que pase por bikini? – mi amigo con su habitual desparpajo se metió en el juego.

- Mmm...eso puede ser – Alejandra parecía divertidísima – Pero me da vergüenza...

- Dale...si no se va a enterar nadie...- mi morbo se agigantaba.

- No sé...- dudaba – Tendría que buscar...¡Pero no se lo van a contar a nadie! – pareció decidirse. Las mejillas tenían un rubor subido. Se humedecía los labios con la lengua y nos acariciaba con su mirada cómplice...

- ¡Es nuestro secreto! – remachó Freddy.
Alejandra se fue hacia su dormitorio moviendo sensualmente las caderas al caminar mientras nosotros nos quedamos comentando en voz baja.

- ¡La vamos a ver casi en bolas! – murmuró Freddy excitadísimo
- ¡Ni yo mismo me lo creo! – le contesté, acomodándome en la silla inquieto por lo que venía.
Después de unos minutos que me parecieron interminables, Ale reapareció envuelta en una toalla. Las finísimas tiritas negras del sujetador presagiaban un espectáculo inolvidable. El cabello sobre los hombros, la boca jugosa entreabierta, los ojos grises que brillaban en el rostro hermoso, bronceado.

- ¿Listos? – preguntó divertida -¡No se lo van a contar a nadie, Eh! – nos amenazaba con el índice levantado
- ¿A ver? – traté de no sonar muy ansioso. Ella dejó que la toalla se deslizara. El sujetador era mínimo, los pechos se erguían gloriosos, tentadores. La tanguita muy cavada de encajes era transparente y sólo el pubis desaparecía tras una parte más obscura. Movía sus caderas cadenciosamente, lo que agitaba aún más nuestros sentidos.

- ¿Qué tal? – jugaba con nosotros, volviéndose para mostrarnos las nalgas que la prenda desnudaba al meterse en el valle de su cola hermosa.
- Ale, voy a soñar con vos toda la noche – mi voz se entrecortaba.

- Nada de pajas...- se inclinó provocativa sobre mí, estampándome un piquito en los labios. De repente aquella mujer distinguida, recatada, finísima, se había convertido en una tigresa sensual, provocativa, adueñándose de todos mis instintos animales.

- ¡Por lo menos una! – Freddy era siempre espontáneo.

- Bueno, una sola – reía ella – pero cuidadito con mojar las sábanas. – Se sentó sorbiendo el resto de su café – Bueno, ya me vieron desnuda...- susurraba inclinándose hacia nosotros.

- Toda desnuda no...- yo quería más.

- Ah, más de esto no puedo... me da vergüenza... – se defendió.

- Dale, no seas mala...- insistí, acariciándole el brazo.

- Nooo....- rió – Eso sería corrupción de menores...- y levantándose se zambulló en la piscina.
El resto de la tarde transcurrió entre bromas subidas de tono y caricias intencionadas, hasta que nos tuvimos que ir a nuestras casas.

-¿Vienen mañana? – nos invitó al retirarnos.

- ¿Querés? – dijo Freddy.

- ¡Por supuesto! – asintió – Voy a estar sola todo el día...

- Bueno, hasta mañana – me despedí. Al besarla entreabrí los labios para darle a mi beso algo de sensualidad, mientras descaradamente le apretaba las tetas por los costados. Ella pareció detenerse como gozando de la caricia.
Mi noche fue más que agitada y por la mañana siguiente llamé a Freddy apenas se fueron mis padres a trabajar.

- Subamos más temprano que ayer – le dije
- Se va a avivar de que la queremos ver en bolas...- pareció dudar
- Bueno, aunque sea media hora antes – insistí
- Bueno, nueve y cuarto – aceptó.
A las nueve y quince estábamos llamando a la puerta de Alejandra. No demoró tanto en abrirnos. Estaba envuelta en la toalla del día anterior, lo primero que noté era la ausencia de breteles en sus hombros. Descalza quedaba un poco más baja que nosotros.

- ¡Se cayeron de la cama! – nos miraba burlona
- ¿Te despertamos? – Freddy se hacía el boludo mientras le daba el consabido piquito.

- No, estaba tomando sol...- la mirada de ella me indicó que ya adivinaba nuestras intenciones - ¿Desayunaron?
- No...- contesté. Me moría por ver lo que ocultaba aquella toalla. Me acerqué para besarla, otra vez entreabrí los labios y presioné sus pechos por encima de la toalla, que se movieron apenas, blandos pero firmes, libres de la tiranía del sujetador.

- Les sirvo café en la mesita – invitó Ale – Acomódense
- Te ayudamos...- dijimos, siguiéndola a la cocina. Mientras la veía caminar delante de mí rogaba que la toalla se aflojara, que se enganchara en algún mueble...
Como el día anterior, preparó café, puso las tazas en la bandeja y cortó torta que distribuyó en una fuentecita. Cargando el desayuno nos sentamos en las sillas alrededor de la mesita, al costado de la piscina. El sol estaba agradable.

- Les pongo crema...- insinuó. Me pareció ansiosa por hacerlo, pero descarté la idea por descabellada. Ale no se iba a calentar con nosotros...

- Dale – le dije, poniéndome de pie, de espaldas a ella. Me untó de crema, sus manos me recorrieron causándome una sensación por demás erótica. Mi sexo comenzó a agrandarse debajo del short.

- Date vuelta – me dijo, su voz resultó rara. Llenó sus manos de crema que comenzó a esparcir por mi rostro, mi cuello, el pecho. Me miraba recto a los ojos, la boca húmeda y entreabierta. Sus manos descendieron por mi vientre, parecía que me acariciaba a placer. – Listo – dijo, y volviéndose hacia Freddy – Ahora vos...
Repitió la operación con Freddy, que se envaró al contacto de sus manos. Ella parecía disfrutar la tarea. Luego nos sentamos a desayunar. Con el movimiento, efectivamente la toalla se había aflojado algo, deslizándose hacia abajo. Ahora sus pechos aparecían algo más expuestos. Ella lo debía percibir, a cada rato tiraba de la toalla hacia arriba. Mientras bebíamos el café y comíamos la torta, que era deliciosa, hablábamos del día anterior.

- ¿Durmieron bien anoche? – nos preguntó, provocativa.

- Soñé con vos toda la noche – sin achicarme, también quería ver lo que podía provocar en ella. Me miró con picardía.

- ¿Y te gustó lo que soñaste? – La toalla se deslizó más abajo por su busto, yo esperaba que en cualquier momento apareciera el borde de algún pezón.

- Ah, si te cuento te vas a poner colorada...- quería descolocarla, excitarla.

- Yo soñé que nos bañábamos los tres desnudos en la piscina...- Freddy era más directo, atacó sin ningún miramiento.

- ¡Epa!...Habrás incendiado las sábanas – su mirada provocativa y su sonrisa nos estaban poniendo muy nerviosos.- Yo también tardé en dormirme...

- No me digas que pensabas en nosotros...- seguí provocándola. La toalla se había aflojado definitivamente. Ella , inclinada hacia delante la sostenía cubriendo sus pechos, sin intentar anudarla nuevamente. Por detrás descubría su espalda casi totalmente. Los hombros brillaban al sol, como pidiendo una caricia...

- Mmm....me da vergüenza...- bajo la cabeza, el cabello suelto de cubrió el rostro. Cuando la volvió a levantar, sus ojos grises tenían aquel brillo que me excitaba tanto...

- Dale, deschaváte Ale, nosotros te contamos todo...- Freddy se acercó a ella hablándole bajito, como en un susurro cómplice – Además, sabés que queda entre nosotros...- la presionaba. Freddy era un maestro, siempre me llevaba la delantera.

- Es que es muy fuerte, mi marido estaba durmiendo a mi lado...- se recostó sobre la mesa apoyando su barbilla sobre una mano, la otra aún sostenía la toalla. Por sobre su cabeza, la espalda desnuda me atraía sin remedio...

- ¡Pero ¿Qué pensabas?! – a duras penas podía contener mi ansiedad.

- Me quedé enganchada con lo que dijiste de verme toda desnuda...- parecía entregarse, finalmente – me dí una máquina bárbara...- continuó, humedeciéndose los labios con la lengua, las mejillas encendidas – Pensé que yo nunca los vi desnudos a ustedes...- Nos miraba fijo, como estudiando nuestras reacciones – Estaba segura que hoy iban a venir más temprano... – sus labios se extendieron con una sonrisa pícara.

- Te gustaría vernos desnudos...- Freddy no preguntaba, lo daba por sentado.

- No sé si les daría vergüenza...- Su cara estaba totalmente encendida, su mirada era ardiente.
La conversación se había puesto muy caliente, mucho más de lo que nunca hubiera imaginado. Además, ya no se trataba de bromas, estábamos hablando de posibilidades reales, de algo que debíamos decidir si queríamos que pasara o no...Yo recordé mi excitación. Si me desnudaba ella vería mi pija parada, sabría que me calentaba mirándola, no tendría ninguna posibilidad de disimular.

- Vos también te desnudarías...- me sorprendí al escucharme decir aquello.

- Sería lo justo...- concedió ella. – Pero tiene que ser nuestro secreto absoluto – recomendó – Si mi marido se entera, me mata – soltó una risita nerviosa.

- ¡Por supuesto! – confirmé.¡ No quería imaginar la cara de mi madre si escuchaba semejante conversación!.
Por un instante nos quedamos los tres callados, como sopesando la decisión que íbamos a tomar. Nos miramos y soltamos los tres una risita que era puro nervio.

- ¡Bueno, quién empieza el strip-tease! – Freddy con su desenfado habitual rompió la tensión.

- ¡Ustedes, por supuesto! – rió Alejandra, nerviosa.

- ¡Ah, no vale! – me quejé.

- ¡Yo quiero ver la mercadería antes de comprar! – se reía ella, descarada.

- Bueno, está bien – concedió Freddy, parándose, al tiempo que con la mirada me instaba a imitarlo. Me levanté mirando a Ale. No valía la pena ocultar mi erección, de modo que opté por hacerla más ostensible. Ella retiró su silla de la mesa como para disfrutar mejor del espectáculo. Sus manos sostenían sin mucho entusiasmo la toalla que apenas cubría sus pezones y se amontonaba sobre su pubis, escondiéndolo de nuestra vista. Su volvió a humedecer los labios con la lengua, entrecerrando los ojos.
Rodeamos la mesa, colocándonos casi al borde de la piscina. Tomando los elásticos de nuestros trajes de baño los fuimos bajando lentamente hasta que cayeron al piso.
Yo había visto a Freddy desnudo varias veces en las duchas del club, pero nunca empalmado como ahora. Comparé su poronga con la mía, era un poco más corta, pero no mucho. Totalmente desinhibido puso sus manos en las caderas mostrando su miembro. Yo miré a Alejandra. Parecía embelesada con el show.
-Mmm ....son dos potros – otra vez la mirada de la tigresa se adueño de mis instintos – las chicas se deben divertir mucho cuando las cojen...

- Estee...yo todavía no... – me puse más colorado aún al tener que admitir mi virginidad
- Yo tampoco...- admitió Freddy
- ¡Ah, pero qué desperdicio! – se burlaba ella, despiadada -¡Sus amigas deben ser tontitas!
- Bueno, ahora te toca a vos...- puntualicé, ansioso por verla desnudarse.
Se levantó de la silla, las manos sosteniendo la toalla que caía a lo largo de su cuerpo, cerrándose justo delante de su conchita, postergando nuestra ansiedad por mirarla.

- No see...me da vergüenza...- dudaba, pero su mirada provocativa nos invitaba a presionarla. Fingió escapar, como eludiendo su compromiso. La comenzamos a perseguir desnudos alrededor de la piscina.

- Ah, no, un trato es un trato – la acorralamos. Ella miraba nuestros cuerpos entre risitas nerviosas. Al ver que no tenía escapatoria, se zambulló y nosotros la seguimos al agua. La atrapamos en la parte menos profunda. La toalla había quedado atrás. Sus pechos mojados brillaban al sol, los pezones erectos eran el blanco de nuestras miradas libidinosas.

- ¡Ahora vas a ver! – reíamos mientras le hacíamos cosquillas.

- ¡Noo...Charly! – sus grititos eran de pura excitación -¡Cosquillas no, por favor! – se retorcía entre nuestros brazos - ¡Ay Freddy, me vuelven loca!
- ¡Por traidora! – dije, aprovechando para apoyar mi verga entre sus nalgas mientras Freddy le apretaba las tetas La liberamos y ella trepó desnuda por la escalerilla. La seguimos hasta que se tumbó en la reposera más ancha, al lado de la mesa. Busqué con mi vista su pubis, esperando ver la mata de vello. Para mi sorpresa estaba totalmente depiladita, las piernas entreabiertas dejaban ver los labios tentadores de su vagina. Volvimos a torturarla con las cosquillas.

- Ay, Freddy noo..- se retorcía, abriendo las piernas y aferrando nuestros brazos – Charly, por favor, me van a matar – suplicaba Se puso de costado. Freddy se recostó por detrás de ella en la reposera mientras nuestras cosquillas se iban transformando en caricias...

- Mmm...Charly – arrodillado junto a ella le acariciaba las tetas sin encontrar resistencia. Detrás de ella Freddy aplastaba su pija entre sus nalgas. Ella echó la pelvis hacia atrás para hacer más intensa la fricción, al tiempo que yo, apoyando mi boca sobre la suya abría los labios y buscaba su lengua con la mía.

- Mmm....bebés....despacito – susurraba con voz ronca mientras mis manos descendían por su vientre y encontraban aquella deliciosa conchita. Mi inexperiencia en este terreno era total. Mirando de reojo comencé a frotar los labios con la palma de la mano. Ella abrió las piernas, pasando una de ellas hacia atrás, por encima del cuerpo de mi amigo. Su concha quedó totalmente expuesta, para mi deleite. Mientras con una mano acariciaba mi nuca, la con la otra guió sabiamente mis dedos a lo largo de su vulva, por entre los labios tibiamente húmedos hasta encontrar su clítoris, erecto. Me miraba fijamente a los ojos, al tiempo que Freddy desde atrás acariciaba sus pechos y besaba su cuello y sus hombros.

- Ale, sos una diosa...- susurré. Sus jugos empapaban toda mi mano. Ella movía su cadera hacia atrás y adelante gozando de las caricias. Llevó mi mano que la acariciaba hasta mi boca y pude sentir el sabor de sus líquidos, pasando mi lengua por mis dedos y los suyos. Su cara era de un completo placer.

- Así, suavecito – susurraba Alejandra – quiero sentirlos así...
Con un leve movimiento trajo la pija de Freddy por entre sus piernas y comenzó a frotar su conchita contra ella. Fascinado me aparté un poco para observar el vaivén de aquella poronga sobre la entrada de la vagina, y ella con su mano libre acarició la mía.

- Ah...quiero sentir esas pijitas...- me la acariciaba arriba y abajo, como masturbándome.
- Ale...- Freddy estaba en la Gloria. Ella, sin dejar de acariciarme, con su mano libre colocó la punta de la pija de mi amigo en la entrada de su concha, abriendo aún más las piernas.

- Despacito, Freddy, metémela despacito – susurró – quiero que me cojan despacito, suave...
Pude ver como mi amigo empujaba suavemente y su verga iba penetrando la vagina de Alejandra.

- ¿Así, Ale? – preguntó él - ¿Te gusta?
- Ay, mis soles...me están haciendo sentir tantas cosas...- se extasiaba ella. Tiró de mí, acercando mi pija a su boca y comenzó a pasar la lengua por la cabeza. Luego se la introdujo toda y succionó suavemente. La poronga de Freddy ya estaba totalmente dentro de ella, pude ver los testículos asomando entre la piernas escandalosamente abiertas.

- Ale...yo también te quiero coger – le dije, inclinándome sobre ella y acariciándole un pecho
- Ay si, tesoro – me miró, saliéndose de la penetración de Freddy. – Vení, recostáte aquí...
Nos levantamos los tres, para cambiar de posición. Me recosté en la reposera boca arriba y ella cabalgó sobre mí. Con un hábil movimiento acomodó mi verga y comenzó a descender sobre ella. La sentí penetrando su sexo hasta que sus nalgas rozaban mis testículos y ella comenzó a moverse encima mío. Freddy le acariciaba las tetas desde atrás, levantándolas y yo aproveché para chupar una vez más sus pezones. Ella se inclinó sobre mí, como ofreciéndomelos. Al hacerlo, la verga de Freddy volvió a frotarse entre sus nalgas, aún lubricada por los jugos de Alejandra. Con una mano ella acomodó la punta sobre la entrada de su ano.

- Así, Freddy – pidió con voz entrecortada – ponémela por el culito....Empujá, bebé...- al tiempo que comenzaba a gemir. Sentí la pija de mi amigo penetrar, presionando la mía dentro del cuerpo de Ale. Empujé fuertemente hacia arriba, clavando mi verga hasta el fondo de su conchita, como si se la quisiera romper...

- Te la meto toda...- pedía permiso Freddy, descargando todo el peso de su cuerpo sobre nosotros.

- Siii...¡Hasta el fondo! – los gemidos de Alejandra ya eran gritos de morboso placer - ¡Cójanme toda! – su voz era tensa, sus manos apretaban nuestros cuerpos con violencia. Freddy bombeaba instintivamente dentro de su culo y yo en su concha, nuestras pijas se encontraban violentamente dentro de su vientre. Su cuerpo se contrajo varias veces, nuestra inexperiencia no nos permitía identificar sus orgasmos, pero la sentíamos vibrar entre nosotros.

- ¿Te gusta así? – casi le gritaba
- ¡Por favor! – se agitaba furiosamente-¡No sé cuantas veces acabé!¡Por favor! – repetía En medio de tanto sudor y saliva compartidos sentí que iba a estallar dentro de ella. Sin poder abrir la boca me derramé en su interior. Ella abrió sus ojos y me miró con ternura, mientras sus pechos se agitaban al compás de los empujones de Freddy.

- Charly...bebé....me llenaste toda..- se inclinó sobre mí y me besó, jugando con su lengua dentro de mi boca.

- Ale...- Freddy amainaba la fuerza de su bombeo, al tiempo que inundaba de semen su intestino. Podía sentir su eyaculación dentro del cuerpo de Alejandra.

- Ay , Freddy, chiquito....acabaste...- se recostó contra él.
Nos quedamos abrazados bajo el sol, besándonos tiernamente para después separarnos. Ella se zambulló en la piscina y nosotros la seguimos, abrazándonos los tres en el agua nuevamente.

- Debutaron...- nos acariciaba y jugaba con nosotros, mirándonos con picardía.

- Nunca me imaginé...- empecé a hablar
- ¿Qué Ale fuera tan puta...? – me cortó ella, bajito, su cara contra la mía, sus brazos alrededor de mi cuello – Ustedes me hacen puta, me vuelven loquita....¡Yo era una señora respetable! – se reía
- ¿Dónde aprendiste a cojer así? – le preguntó Freddy, morbosamente curioso.

- ¡No sé! – dijo ella riendo – Es la primera vez que me cojen de esta forma...nunca había sentido tanto placer...
La aceptación explícita del placer que experimentaba me excitó nuevamente. Ella se volvió para besar a mi amigo, que con la espalda contra la pared de la piscina, la levantó. Desde atrás yo acariciaba sus pechos.
Moviéndose voluptuosamente ella rodeó el cuerpo de Freddy con sus piernas. Yo acariciaba su conchita debajo del agua, cuando sentí el miembro de mi amigo colarse entre mis dedos y penetrarla. Retirando mi mano, comencé a acariciar su ano, que quedaba expuesto tentadoramente. Me apreté contra ella y la punta de mi pija se apoyó en la entrada del agujerito. Empujé y la penetré con asombrosa facilidad. Cuando sus nalgas rozaban mi vientre comencé a bombear. Ella se movía al ritmo de nuestra pasión, dando gruñiditos de placer
-Mmm...son insaciables...- susurraba – tenían muchas ganas de cojerme...

- Te cojería todo el día...- murmuré en su oído
- Tenemos todo el día...- concedió Alejandra.
Ese verano aprendimos de ella todo el placer que una mujer puede brindar a dos jóvenes inexpertos. A mediados de marzo, Ale anunció orgullosa su embarazo.

- ¡Qué bueno! – dijo mi madre al conocer la noticia.

- Sí, ahora no va a estar tan sola – se congratuló la mamá de Freddy.